lunes, 29 de septiembre de 2008

Alfred Hitchcock: sobre ser miembro de su club

Es importante para comenzar, decir que ser miembro del club de Alfred requiere sus cosas. Quedarte sin palabras después de presenciar alguna técnica de cámara, reconocer que no hay algo igual sobre la tierra cinéfila, reconocer también que “el Gordo” como le dice una amiga fue realmente un innovador, hacer todo lo que esté a tu alcance por conseguir una copia de alguno de sus films, quedarte hasta tarde esperando a que por TCM, Retro o Cinecanal Classics den alguno de sus films y que esto sea consecuencia de haberlo marcado primero con un gran círculo o flecha roja en tu revistita del cable, soportar que gente de tu familia, novios u amigos te digan "¿Alguien más que vos ve esto?", quedarte leyendo anonadado cualquier comentario, frase, párrafo biográfico, descripción de una técnica o crítica de sus films que se encuentre en la gran red.
Se necesitan estas y muchas más condiciones. Cualquier mortal ávido de pertenecer debe también comprar o conseguir de alguna manera la “pequeña biblia ilustrada” por el señor François Truffaut. Sin ella no se puede seguir con el rito, es una pieza casi fundamental que guiará al lector por el mundo del pensamiento hitchcockiano. Es de lectura rápida, porque el interés que genera y la ironía del gordo a la hora de emitir palabra lo hacen una presa de lectura similar a un sándwich de queso roquefort o parmesano.



Aunque, seamos francos, nadie puede formar parte, be part of it, sin antes pasar por el bautismo alfrediano: Psicosis. Para los que, como la que escribe, nacieron lamentablemente en los 80, 0 90 o aún 70, la película inicial debe haber sido Psicosis. Muy pocos empiezan el laberinto por otro lado. Recuerdo que era un poco incrédula de su genialidad, de su mito, hasta que Psycho llegó a mis manos y nunca más pude separarme del Maestro. Después vendrían (en orden en que las ví): La ventana indiscreta, Vértigo, North by Northwest (my preferida), La soga, Extraños en un tren, Los pájaros, Cortina Rasgada, Dial M for murder, Sabotaje, La sombra de una duda, Pero quien mató a Harry, Notorious, Marnie la ladrona, Frenesí, Sospecha, El hombre que sabía demasiado y Rebecca.
Esta última, la única que la Academia maldita le premió, es una gema, una real masterpiece. En ella, hace su presentación una actriz grandiosa como Joan Fontaine, en un papel que casi repite en "Sospecha", el de chica tímida, sumisa, que descubre un mundo oscuro después de casarse con el viudo Maxim de Winter (Laurence Oliver). En esta obra Hitch trabaja de manera sublime las sombras, los picados y los travellings hacia atrás, algo que le sale mejor que nadie. Sólo él logra que uno realmente llegue a odiar a los personajes (cómo al Tío Charlie en "La Sombra de una duda" y a Bruno en "Extraños en un tren") al punto de querer traspasar la pantalla y golpearlos (préstenle atención a Mrs. Danvers, ama de llaves de la mansión De Winter, que detesta a la pobre nueva esposa… realmente la odié).


No sé si fue este fin de semana lluvioso o mi necesidad de puntos de fuga, pero he visto las últimas tres en dos días, y espero ansiosa Family Plot (sú última peli) esta noche. Es que este hombre ha producido en los espectadores una verdadera adicción, uno se siente tan inmensamente atraído que no puede dejar de ver los films casi compulsivamente. Será acaso porque revive en cada uno esas fantasías tenebrosas de la niñez, de pensar que alguien se esconde, o presumir algo “sobre otro”. Quizás la clave esté en su construcción narrativa, en cómo crea suspenso con cosas tan simples, un hecho inédito en la actualidad (ya hice catarsis con este aspecto).
Cada vez que uno contempla esos magistrales movimientos de cámara, no puede hacer más que pensar “God bless Alfred”. Es impresionante cómo detrás de ese gordis (es imposible ser objetiva con Hitch), detrás de ese niño grande inglés, se esconde tanta magia, tanta gratitud, que incluso a 28 años de su muerte y tantísimos más de sus films, nos siga afectando, cautivando.
Ya finalizando, dejo esta frase de Truffaut en el Prólogo de El cine según Hitchcock: “El hombre había muerto, pero no el cineasta, porque sus películas, realizadas con un cuidado extraordinario, una pasión exclusiva, una emotividad extrema enmascarada por una maestría técnica poco frecuente, no dejarían de circular, difundidas por todo el mundo, rivalizando con las producciones nuevas, desafiando el paso del tiempo, comprobando la imagen de Jean Cocteau cuando habla de Proust: Su obra continuaba viviendo como los relojes de pulsera en los soldados muertos”.



GGss

sábado, 27 de septiembre de 2008

Se fue otra pieza...

“Lo atractivo se va achicando y la belleza se desvanece, pero estar casada con un hombre que te hace reír cada día, eso sí que es un verdadero placer”
Joanne Woodward

Qué se puede decir cuando un sábado caluroso y soleado se nubla de golpe con esta mala noticia. Qué decir cuando una vez más el cine se queda sin un personaje entrañable. Qué decir cuando otra vez me encuentro escribiendo un homenaje, digamos que mi homenaje a uno de mis amores platónicos, a uno de esos amores que me dio el cine, responsable de que tantas veces haya querido nacer en la década del veinte…y no en los ochenta.
El es Paul Newman.


Cómo hacer para seguir teniendo esperanzas cuando en esta industria, en este arte, como en la vida misma, los mejores se van antes, generándonos una sensación de vacío. Porque, aunque el cine siga estando, aunque las películas se repitan, aunque sean fotogramas repetidos e inmortales, hay presencias que se sienten más allá.
Seguramente los medios contarán de su larga carrera, de su gusto por el automovilismo y su ser bondadoso, de sus tantas nominaciones al Oscar que ganó sólo en una oportunidad (si algo se aprende en el “oficio” de mirar películas y amar al cine, es que nunca hay que dejarse llevar por las elecciones de la Academia…nunca ganan los que se lo merecen). Pero hay otras cosas que me interesa destacar.
Fue un gran defensor de causas perdidas, ayudó incansablemente, aportó una playa entera de granos de arena. Fundó en memoria de su hijo la “Fundación Scott Newman”, destinada a ayudar a adictos a las drogas, además de los campamentos de verano “Hole in the Wall Camp”, para niños con enfermedades graves, donde utilizan la diversión y la sonrisa como medicina. Desde que comenzó con esta actividad más de 114.000 niños pasaron por allí. También creó la línea de alimentos ecológicos “Newman’s Own” cuyos fondos se destinan enteramente a obras de caridad.
Aún en un mundo tan degradado, descartable y desagradable como el del Hollywood, mantuvo a su familia como valor supremo, así vivió y así elegió morir: rodeado de ellos. En un capítulo de Friends recuerdo que Chandler (mi preferido), al escaparse horas antes de casarse con Mónica, dice como argumento en contra del matrimonio: “La única persona que hace que el matrimonio funcione es Paul Newman, y yo me conozco…no soy Paul Newman”. Además de esos ojos azules que marcaron una historia, quizás siempre lo adoré por ese gran don que muy pocos logran, y que es estar tanto tiempo con la misma persona (más de 50 años de matrimonio), comprometerse por eso y afrontar lo bueno y lo malo. Muy pocos lo han logrado en el mundo del cine… Fellini, Hitchcock y Paul… son lo que recuerdo. No es casualidad que mi aprecio por ellos se engrandezca y los engrandezca. Puede parecer cursilería barata o puritanismo, ya que muchos afirman que el ser humano es poligámico por naturaleza, puede que sea cierto, pero aún así aprecio muchísimo a alguien que puede llegar a construir un lazo tan fuerte con la otra persona. La misma Joanne Woodward, su compañera y amor de su vida, fue quien acompañó de la mano a Paul en su última salida del hospital...su vida comenzaba a apagarse, pero no su amor.


Por eso, mi querido Paul Ojitos Azules Newman, como ya tantos otros personajes, piezas de rompecabezas de este mundo alucinante que es el cine, como Humphrey, Glenn Ford, William Holden, como todos esos “galanes” que hacen que elija el cine más viejito, que me ponen en el ojo de la tormenta a la hora de enfrentar las cargadas habituales, pero que me hacen tan feliz, quiero decirte que siempre formarás una parte de mi diégesis.

Lo que siempre pienso en estos momentos, y que es una especie de “auto-tranquilización” al miedo a la muerte que nos atraviesa a todos (por algo me encanta el cine de Woody), es que, si existe un “más allá”, sea arriba o abajo, rodeado de flores y arroyitos, o con plantaciones de espinas, claro u oscuro, de día o de noche, o todo eso junto o la nada, sólo espero que llegado ese momento me encuentre con todos ustedes para hablar de tantas cosas que ahora nos les puedo preguntar. Sé que en algún lugar hablaremos mucho de cine, quizás algunos quieran descansar…de lo que estoy segura es de que en lo que a mí respecta, nunca me voy a cansar del cine.

GGss

martes, 23 de septiembre de 2008

Mamma Mia... How can I resist you?

¿Qué sale de unir una isla griega, Meryl Streep, Colin Firth y Pierce Brosnan y la música de ABBA?

Nada menos que "Mamma Mía", la película que logró plasmar las canciones que cualquier mortal reconocerá con sólo escuchar una estrofa y la participación de un grupo de actores que no sólo suman talento sino belleza a la trama.

Sophie (Amanda Seyfried) es una veinteañera a punto de casarse que vive en una isla griega junto a su madre Donna (Meryl Streep). Ella quiere conocer a su padre antes de dar el sí, razón por la cual envía invitaciones a los tres candidatos que ella cree pueden llegar a serlo, después de encontrar el diario intimo de su madre. Por su parte Donna, ignorando la situación, invita a sus dos mejores amigas Rosie y Tanya, con quienes integrara alguna vez la banda “Donna and the Dynamos”. Todos ellos se encontrarán en el hotel de Donna en la edénica isla de Skopelos, dando así comienzo a una ola de encuentros, desencuentros y locura.


Esta película realiza durante 108 minutos el postulado de Billy Wilder de que el cine debe hacernos dejar lo cotidiano afuera. Uno no puede más que instalarse como espectador en esa hermosa isla, con sus infinitas playas pedregosas, su mar cristalino y calmo, sus casas en alto y sus habitantes llenos de esa alegría picaresca que los caracteriza.

Hablando de picardía, un párrafo aparte merecen los actores interpretando las canciones de ABBA, realmente se animaron a algo riesgoso y no decepcionaron. Pierce Brosnan demuestra que puede ser más que el agente 007, Colin Firth sale de su rol habitual de “Señorito Inglés” y nos brinda la performance más cómica de todas, Julie Walters y Christine Baransky como las amigas de Donna están insuperables, Amanda Seyfried confirma que asistió a clases de ópera con una coach de Broadway, y Stellan Skarsgård no defrauda. Pero sin duda la “singing” y “dancing queen” es Meryl Streep. Obvio que uno ya sabe que esta mujer puede interpretar lo que se le ocurra, pero el hecho de que cante al nivel en que lo hace la eleva a la máxima categoría de LA actriz (como Michael Caine entre los actores). Es sin duda, "my generation's Genius”, como la llama Diane Keaton.



Así que, para los fanáticos de la comedia musical o para los que no lo son, o para los que no lo eran tanto y por ciertas influencias lo empezaron a ser, Mamma Mía indiscutiblemente les brindará no sólo buena música (las letras de ABBA son bellísimas) y buenas actuaciones, sino la belleza del lugar y la convicción de que el cine va más allá de las teorías, los movimientos, las generaciones, lo estético, etc, para transportarnos y darnos una inmensa alegría espiritual, la misma que le da a estos personajes la música. Como dice Sophie (y yo lo aplico al cine):

Thank you for the music, the songs I’m singing
Thanks for all the joy they’re bringing
Who can live without it? I ask in all honesty
What would life be?
Without a song or a dance what are we?
So I say thank you for the music
For giving it to me

Gracias por la música, por las canciones que estoy cantando
Gracias por toda la alegría que brindan
¿Quien podría vivir sin ella? pregunto con toda honestidad
¿Cómo sería la vida?
Sin canciones, sin bailes, ¿que somos?
Así que digo, gracias por la música
Por entregármela a mí

Gracias por el cine, por darme tantas emociones… ¿quién podría vivir sin él?

GGss

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Crónica de un día volado, alocado...y anunciado

Cada noche antes de dormir pienso en todas las cosas que hice en el día. Los acontecimientos una y otra vez retumban en mi mente. Las charlas, los diálogos pasajeros, la gente que crucé, los episodios que experimenté. Cada vez que pongo la cabeza en la almohada, junto con el sonido del tren, que pasa no muy lejos cada santa noche a las 12 y la 1 a.m, pienso en las pelis que me falta ver, los libros que me quiero comprar, el guión que quiero escribir, y lo que voy a publicar en el próximo posteo. Anoche no pude dejar de pensar en esto que quiero contar.
El de ayer fue una especie de “super martes”, “maratón de los martes”, yo lo llamaría “martes loco”. Pasaron tantas cosas en menos de 24 horas que la “serie de eventos afortunados” (o desafortunados) me pareció merecedora de un lugar en el blog.

Todo comenzó temprano, preparando las actividades del día (por primera vez le doy la razón a mi padre sobre el hecho de postergar mi experiencia laboral por un año)…creo que si a la locura diaria de este año le sumara una jornada laboral ya hubiese desistido de alguna de las dos. En fin, el viaje en colectivo ya empezó con problemas: tuve que cambiar de coche en Godoy y Avellaneda, hecho que retrasó mi llegada al taller de tesis.
Una vez ahí nos encontramos con Sandra, también cansada por su rutina diaria: “Chicos, yo empiezo desde temprano con la leche para los chicos, las tareas y la escuela”. Después de recibir un “ver” acompañado de una “analizar qué corpus” le vuelvo a entregar mi intento de construcción del tema y la introducción, sabiendo que, como es ya una constante, me meto en terrenos difíciles (¿quién me manda?).
Terminado el taller partimos con Mazzeo (compañera de andanzas, persona kamikaze si las hay) para el centro. Acá empieza lo más loco del día. Al bajar del 101 nos topamos con un negocio de comidas rápidas llamado “Subway” al que sin pensar entramos. El hambre y la indisponibilidad de tiempo limitaron nuestra decisión. Allí nos deleitamos con esos sándwiches a los que uno le puede poner de todo lo que se imagine. Los martes son todo un tema: vengo comiendo sano y desbarranco cuando almuerzo en lo de Vane. Debo reconocer que Mimí cocina incluso mejor que mi mamá. Así que ese día mi excepción de los fritos se vuelve regla.
Terminado el rápido almuerzo, y luego de caminar unos pocos metros, un travesti nos recibe por peatonal Córdoba al grito de “despójense”, “despójense de todo”. Yo de lo que me quiero despojar ahora es de su recuerdo.
Caminamos un poco más y llegamos a la Facultad de Humanidades y Artes donde asistimos a una charla brindada por el profesor Alejandro Tomasini Bassols (que yo recordaré siempre como “el hombre del cinturón color verde loro”, pero que explicó como los dioses, y encima era super simpático) sobre la ontología en el Tractatus de Wittgenstein. En algún momento de la charla pensé: “¿Por qué? Eso me pasa por hacerle caso a Aníbal”. Pero realmente fue fructífero, además de que puede llegar a ser útil para mi tesis. La charla se dictó en, creo yo, una de las aulas más diminutas de esa casa de estudios (que voy a considerar como locación para alguna futura película de suspenso…el día que fundemos “Cosa Nostra”). Me da pena y a la vez bronca que un lugar de todos esté en tan mal estado. Más bronca aún cuando Vane me contó que la biblioteca recién inaugurada de la UCA costó la friolera de $12.000.000. Qué mundo injusto…pero no entremos en esos temas.
Contrariamente a mi pre-noción de que no iba a captar mucho en una clase para alumnos de Lógica I y II, me entretuvo e interesó, a la vez que mis neuronas pudieron defenderse más de lo que yo confiaba. Era hasta cómico ver cómo una de las profesoras nos miraba como diciendo “Ustedes no son de acá”, para no nombrar la señora sentada delante de mí que no se quedó quieta un segundo, y los infaltables de siempre, que llegan a mitad de la clase y paran el continuum de palabras queriendo pasar. Con los años mi paciencia se va achicando…
Salimos de ahí y cruzamos a Buchin Libros, donde fui con la idea de comprar “El Eternauta”, hecho que no sucedió debido a que mi antena captó “El cine según Hitchcock”, libro que ya me había decido a olvidar luego de buscarlo por tierra y aire. Las cosas suceden en el momento menos pensado dijo alguien alguna vez…y quizás tiene razón. Como me ocurre con asiduidad me quedé con $1.50 en la billetera…pero valía la compra. Vane también se tentó y se compró “El cine por asalto” de Feinmann. Una peor que la otra.
El azar, los dados de dios o no sé quien jugaron a mi favor ya que no andaba la máquina de monedas del colectivo y viajé gratis. Creo que está todo conectado…quizás el no-humano del bondi sabía que era lo único que me quedaba y fue compasivo conmigo. Igualmente, así hubiera tenido que volver caminando hasta lo de Vane, no me importaba…Hitchcock y Truffaut estaban conmigo.
Una vez en su casa tomamos la merienda habitual (en su casa hay una constante que no falla: jugo de limón, café después del almuerzo, mate y TCM a media tarde, y café con leche o chocolatada antes de volver a la facu), yo lo hice con el libro al lado mío….no iba a ser cosa de que se escapara. Jugué un rato con Sofía y me dí cuenta de cuánto aprenden a significar los chicos…es impresionante.
La noche nos encontraría con otra clase volada: Blast, con Sandra nuevamente, tan agotada como nosotras y esta vez sin “Richard”. Entre Althusser, Badiou, el sujeto barrado de Lacan, y los dos alumnos que siempre hablan para complicarle la existencia a los demás, creo que ya no podía asimilar más palabras ni conceptos. Ya a esta altura mi “switch” (como dice mi compañera) se había apagado. Eran las 22:20 cuando pegamos la vuelta. Vuelta a casa, chequeo de mails, y a dormir. Mis pensamientos del comienzo empezarían a hacer lo suyo…y el tren empezaría a pasar.

¿Qué me dejó este martes?…un par de cosas.

* Que la Ley de Murphy funciona
* Que no hay que asignarle una teoría filosófica al Tractatus porque “se lo destruye”
* Que tengo que conseguir la primera versión en inglés del Tractatus y la primera de Investigaciones según el señor “cinto verde”
* Que los filósofos no están locos…porque todos somos un poco filósofos y todos estamos demasiado locos
* Que la comida chatarra un día a la semana es buena
* Que los niños de un año y medio "significan" mejor que muchos adultos
* Que Vane está chiflada (quizás por juntarse conmigo) pero es de fierro
Y finalmente:
* Que Dios las hace, la facultad y el cine las amontona....... y el blog aglutina todo



GGss

viernes, 12 de septiembre de 2008

De Woody para Bergman...para compartir

Quiero compartir con aquellos lectores que lleguen hasta aquí esta fascinante nota sobre el genial Ingmar Bergman.
Quien habla es nada más y nada menos que uno de sus alumnos y mejores lectores: Woody Allen.
Fue publicada en The New York Times poco después de su muerte, el 30 de Julio de 2007.
Realmente vale la pena...
El que haya visto alguna de sus obras, sabrá que Woody lo describe mejor que nadie.




Me enteré de que había muerto Bergman en Oviedo, una pequeña y encantadora ciudad del norte de España en la que estoy rodando una película. Cuando estaba en pleno rodaje, me dieron el recado telefónico de un amigo mutuo. Bergman me dijo una vez que no quería morir en un día soleado; como no estaba allí, no sé si logró tener ese tiempo gris que tanto gusta a todos los directores; así lo espero.
Lo he dicho en alguna ocasión, hablando con gente que tiene una visión romántica del artista y considera sagrada la creación: al final, el arte no salva a la persona. Por muy sublimes que sean las obras que uno ha creado (y Bergman nos proporcionó un menú de asombrosas obras maestras del cine), no le protegen de la fatídica llamada a la puerta que interrumpía al caballero y sus amigos al final de El séptimo sello. Y así es como, en un veraniego día de julio, Bergman, el gran poeta cinematográfico de la mortalidad, no pudo prolongar su inevitable jaque mate; y con él falleció el mayor cineasta de todos los que yo he conocido.

Alguna vez he dicho, en broma, que el arte es el catolicismo del intelectual, es decir, una voluntad de creer en el más allá. Yo creo que, más que vivir en el corazón y la mente del público, preferiría seguir viviendo en mi apartamento. Y es evidente que las películas de Bergman seguirán vivas, en museos, televisiones y DVD, pero, conociéndole, ésa es poca compensación, y estoy seguro de que le habría encantado cambiar cada uno de sus filmes por un año más de vida. De esa forma habría podido disfrutar, aproximadamente, de 60 años más para seguir haciendo películas; una producción extraordinaria. No tengo la menor duda de que a eso habría dedicado el tiempo extra, a hacer lo que más le gustaba de todo: crear películas.

Bergman disfrutaba con el proceso. Le importaba poco lo que pensaran de sus películas. Le gustaba que le apreciasen, pero, como me dijo una vez, "Si una película que he hecho no gusta, me preocupa... durante unos 30 segundos". No le interesaban los resultados de taquilla; productores y distribuidores le llamaban para contarle cómo había ido en el primer fin de semana, pero las cifras le entraban por un oído y le salían por otro. Decía: "A mitad de semana, sus absurdos pronósticos optimistas se quedaban en nada". Gozaba del aplauso de la crítica, pero nunca lo necesitó, y, aunque quería que a los espectadores les gustaran sus obras, no siempre las hacía comprensibles.

No obstante, las que más costaba comprender merecían la pena. Por ejemplo, cuando uno entiende que las dos mujeres en El silencio no son, en realidad, más que dos aspectos enfrentados de una misma, el filme, que hasta entonces es un enigma, se abre de manera fascinante. También resulta útil refrescar los conocimientos de filosofía danesa antes de ver El séptimo sello o El rostro, pero sus dotes de narrador eran tan asombrosas que podía cautivar, fascinar al público con un material difícil. He oído decir a gente que salía de alguna de sus películas: "No entiendo exactamente lo que he visto, pero me ha tenido en ascuas hasta el último plano".

Bergman tenía raíces teatrales y era un gran director de escena, pero su obra cinematográfica no estaba embebida sólo de teatro; se inspiraba en la pintura, la música, la literatura y la filosofía. Su obra examina las más hondas preocupaciones de la humanidad y produce, muchas veces, profundos poemas en celuloide. La mortalidad, el amor, el arte, el silencio de Dios, la dificultad de las relaciones humanas, la agonía de la duda religiosa, el fracaso de un matrimonio, la incapacidad de comunicarse de las personas.

Y, sin embargo, era un hombre cálido, divertido, bromista, inseguro de su inmenso talento, enamorado de las mujeres. Conocerle no era entrar de pronto en el templo creativo de un genio temible, intimidante, sombrío y melancólico, que entonase con acento sueco complejos análisis sobre el terrible destino del hombre en un universo deprimente. Era más bien así: "Woody, tengo un sueño estúpido en el que aparezco en el plató para rodar una película y no tengo ni idea de dónde poner la cámara; lo que pasa es que sé que se me da bastante bien y llevo muchos años haciéndolo. ¿Alguna vez tienes tú este tipo de sueños angustiosos?". O: "¿Crees que puede ser interesante hacer una película en la que la cámara nunca se mueva ni un centímetro y los actores entren y salgan del encuadre? ¿O la gente se reiría de mí?".

¿Qué contesta uno por teléfono a un genio? A mí no me pareció una buena idea, pero, en sus manos, supongo que habría acabado siendo una cosa especial. Al fin y al cabo, el vocabulario que inventó para investigar las profundidades psicológicas de los actores también debía de parecer absurdo para quienes aprendían a hacer cine de manera ortodoxa. En la escuela de cine (estudié cine en la Universidad de Nueva York en los años cincuenta, pero me echaron enseguida), daban siempre la máxima importancia al movimiento. El cine son imágenes en movimiento, decían, y la cámara tiene que moverse. Y los profesores tenían razón. Pero Bergman colocaba la cámara sobre el rostro de Liv Ullmann o el de Bibi Andersson, la dejaba allí sin moverla, y pasaba el tiempo, y ocurría algo maravilloso y exclusivamente propio de su talento. El espectador se veía atrapado por el personaje y, en vez de aburrirse, salía entusiasmado.

A pesar de sus manías y sus obsesiones filosóficas y religiosas, Bergman era un hilador de historias nato, que no podía evitar ser entretenido incluso cuando, en su cabeza, estaba dramatizando las ideas de Nietzsche o Kierkegaard. Yo tenía largas conversaciones telefónicas con él. Me llamaba desde la isla en la que vivía. Nunca acepté sus invitaciones porque me preocupaba el viaje en avión, no me apetecía volar en avioneta hasta un puntito cerca de Rusia en el que la comida iba a consistir probablemente en yogur. Siempre hablábamos de cine y, por supuesto, yo dejaba que hablase sobre todo él, porque me parecía un privilegio oír sus ideas. Veía cine a diario y nunca se cansaba de ver películas. De todo tipo, mudas y sonoras. Antes de dormirse veía alguna película que no le hiciera pensar para relajarse; a veces, una de James Bond.

Como todos los grandes estilistas del cine, como Fellini, Antonioni y Buñuel, por ejemplo, Bergman tuvo sus detractores. Pero, aparte de algún desliz ocasional, las obras de todos estos artistas han encontrado ecos profundos en millones de personas de todo el mundo. Y la gente que más sabe de cine, los que lo hacen -directores, guionistas, actores, directores de fotografía, montadores- son quizá los que más veneran la obra de Bergman.

Como le he elogiado con tanto entusiasmo durante tantos años, tras su muerte muchos periódicos y revistas me han llamado para pedirme un comentario o una entrevista. Como si yo tuviera algo de valor que añadir a la triste noticia, aparte de volver a ensalzar su genialidad. ¿Qué influencia tuvo en mí?, me preguntan. No puede haberme influido, respondo, él era un genio y yo no lo soy, y el genio no puede aprenderse ni su magia puede transmitirse.


miércoles, 10 de septiembre de 2008

Tétradas...y algo de mi locura

Acá va mi intento de t é t r a d a.
Aprovecho para mencionar lo que intenté decir en clase del avión (la imagen que mostraron), que creo nadie me entendió.

Lo del encuentro del avión con la barrera del sonido no puede ser visto por quienes están dentro del mismo, y por consiguiente sólo los que están fuera (los que se alejan) pueden presenciarlo. Con esto quise expresar lo que decía McLuhan de que uno no es consciente de las extensiones de su propio cuerpo hasta que hace un alejameinto crítico. Tomando el ejemplo de Narciso: fue su propia incapacidad de reconocer su imagen la que le trajo sufrimiento. El mismo "entumecimiento" que, según McLuhan, producen todas las tecnologías si el usuario no controla la operación, es decir, si no se da cuenta de que éstas están efectivamente prolongando una parte de su cuerpo y a la vez amputándola.

Esto es lo que pasa si viajamos dentro del avión...no podemos saber lo que pasa fuera de ese ambiente...como le ocurre al pez en el agua.


GGss


Vane: hacé la de Alfred...

lunes, 8 de septiembre de 2008

Mejor viejo conocido que nuevo por conocer...

Viernes por la noche: noche de Blog Comisiones. Claro, qué otra cosa podía ocurrir en el universo de Gegess… ¿boliches? Por Dios, no!!! Noche de pelis!!!
La cosa es que vino Mazzeo a cooperar con lo de Blogs comisiones, en sí, a meterse también ella en el ambiente y ver qué salía de eso. Pero la cosa no iba a terminar ahí. Como ya es casi un ritual alquilamos una película. Podríamos haber elegido alguna de la dvdteca o ella haber traído alguna de la suya, pero el hecho de ir a curiosear al videoclub tiene un no sé qué que a uno le llama la atención. Digamos que en Zavalla no hay mucho para elegir, pero estrenos nunca faltan. Aquí empieza el tema de este posteo.

Fuimos con Vane y no encontramos casi nada. Haciendo la salvedad de que no queríamos alquilar nada de comedia (porque sino la opción era Muerte en el Funeral… ya la tengo en vista), nos dispusimos a ver lo que había entre acción, suspenso, thriller, thriller psicológico, terror, terror psicológico… Yo no sé porque definen así a las películas, pero bueno, alentadas por el buen truco de comerciante de la vendedora caímos en la red otra vez. Alquilamos Captivity, una que supuestamente era “thriller psicológico”: Jennifer Tree, una famosa modelo es drogada y secuestrada, y despierta dentro de una especie de celda fashion donde será acosada por un encapuchado. Pero lo que nadie tiene en cuenta es que lo psicológico debe ir enfocado hacia el espectador y no hacia el protagonista.
¿Cómo caímos Vane? ¿Por qué alquilamos semejante basofia? Cada día me doy más cuenta de que hay que volver al cine de antes, hay tanta variedad en la historia del cine, tantos bellos paisajes europeos e impresionistas, gangsters americanos, mafiosos italianos, detectives noirs, pequeñas historias mudas, mundos fantásticos expresionistas, falsos culpables perseguidos…hay tanto para elegir.

La cuestión es que lo que más ansiábamos y menos sentimos fue siquiera un poco de suspenso. Nos reímos la entera hora y media, discutimos de lo trillado de la trama, de lo pésimo de la narrativa y de cuánto actualmente se desperdician y echan por la borda tantas ideas. Últimamente el cine de suspenso y demás variantes, es tan predecible…cada minuto puede ser predicho por cualquier ávido espectador que guste de aquellos clásicos del querido Hitch, de Carpenter y por qué no, los directores de las primeras gore. ¿Por qué en cine hay que explicar todo? ¿Por qué hay que mostrar todo? ¿Por qué todo se volvió tan explícito?
¿Donde quedó eso que planteaba Hitchcock de que “el montaje te da control”? Dividiendo la acción en una serie de close-ups mostrados en sucesión “se transfiere la amenaza desde la pantalla a la mente de la audiencia”, decía el master del suspense. Y por algo se elevó a tal categoría: “…se pueden ocultar partes para que la audiencia se mantenga comprometida con lo que está pasando”.La escena ideal para retratar esta constante es la de la ducha en Psicosis. Aquí, el director usa el montaje para ocultar la violencia; de hecho, nunca se ve el cuchillo introduciéndose salvajemente en el cuerpo de Marion (Janet Leigh), esto queda apenas esbozado. Perdón, me colgué con Alfred...


¿Qué pasa con el cine actual, el dirigido a gente que quiere disfrutar de una peli y sólo eso? No hablo de grandes obras o cine experimental (que de hecho no escasea tanto), hablo de un cine que no se burle del espectador y le cuente la gracia del juego.
Ya no hay ideas…todo son remakes de remakes, adaptaciones de novelas, superhéroes (no me toquen al nuevo Batman), adaptaciones de cine oriental, cine social… ¿Dónde quedó la ficción de la buena?

Como venganza, el sábado por la tarde vi “Crímenes y Pecados” (Crimes and Misdemeanors) de Woody Allen, con grandes como Martin Landau, Mia Farrow y Angelica Huston, y con un homanje a Primo Levi (que descubrí gracias a la cátedra Blast). Nos debíamos esa cita. Forma parte de las piezas de la mejor época del grande neoyorkino, y como siempre, como en cada final, se expresa el valor de las cosas simples en la vida de las personas. Algo que la mayoría de los críticos no tiene en cuenta cuando habla de su cine como un cine sólo de neuróticos y depresivos. Eso es parte, pero va más allá…hasta tocarlo a uno y arrancarle una lágrima…o un millón.
La escena final te pega fuerte y, acompañada de la mejor música, describe esta frase:
“Todos nos enfrentamos en nuestras vidas con decisiones agonizantes, elecciones morales. Algunas son a gran escala, la mayoría de estas son inferiores, pero nos definimos según las elecciones que hacemos. De hecho somos la suma de nuestras elecciones.
Los eventos se desarrollan tan impredeciblemente, tan injustamente.
La alegría humana parece no haberse incluido en el diseño de la creación. Solo nosotros, con nuestra capacidad para amar le damos sentido al universo indiferente.
Y aún así, la mayoría de los seres humanos parecen tener la habilidad de seguir intentando, e incluso encontrar placer en la cosas simples, como su familia, su trabajo, y en la esperanza de que las próximas generaciones quizás entiendan más”.

Alfred, Federico, Billy, Ingmar …vuelvan de la tumba y sálvennos.
Woody, no te mueras nunca.
Te adoramos, y te digo más, al igual que Scarlett: yo también te cosería el dobladillo de los pantalones si fuera necesario.

GGss

jueves, 4 de septiembre de 2008

¿Es tarde para empezar a leer Wittgenstein?

Hay un dicho inglés que reza: “An apple a day keeps the doctor away” (una manzana por día mantiene lejos al doctor), digamos que, si lo trasladamos al terreno facultativo, un filósofo por día te mantiene con la mente fresca…o al menos eso intento hacer, después de reflexionar sobre mi situación actual en la facultad.
La cuestión es que
el libro de Dardo Scavino me voló las chapas, en el sentido de que era la “refrescada” teórica que venía necesitando y que hasta ahora no había encontrado. Entre tantas clases con profesores que la complican, y tantos otros textos que pecan de la soberbia académica que tanto odiamos (quizás por la envidia de no entender muchas cosas aún), encontré por fin mí otra mitad filosófica: Ludwig Wittgenstein. Después de verlo mencionado en tantísimas oportunidades, aparece en el libro citado más arriba.
Como no soy crítica ni nada por el estilo, sólo voy a acotar que me estoy interiorizando en lo que plantea este hombre, y que lo que leí hasta hora (muy poco) me parece interesante y muy aplicable…imagínense a qué rama de arte.
Este filósofo austríaco plantea algo así como que “mi mundo es mi lenguaje” (según palabras de Scavino). O sea que “el lenguaje dejaría de ser un medio, algo que esté entre el yo y la realidad”, el lenguaje y el mundo serían coextensivos,
“los límites de uno serían los límites del otro”.
La realidad no existiría sino por y mediante el discurso. Esto no es nuevo para ningún estudiante de comunicación (se me ocurre
Maturana), pero bueno, a mí me pareció interesante volver sobre este aspecto, especialmente en este momento en que somos bombardeados diariamente por tantas realidades presentadas por los medios de comunicación; de tantas maneras diferentes se nos presenta un determinado mundo como el único real, y se insiste en eso. Como decía Paul Watzlawick: “Creer que la propia realidad es la realidad misma es una peligrosa ilusión”, y tachaba de think crime atenerse a la propia visión del mundo y querer ser feliz de esta manera.
Este bombardeo presentador de únicas realidades es lo que llevó a que haya dejado de ver televisión. No encuentro nada, absolutamente nada que me guste. Es por eso que una vez más, tiro a la basura la única realidad presentada y elijo las múltiples realidades que me presenta el cine.
“No existe una realidad como la que los metafísicos han tenidos la esperanza de descubrir” decía
Derrida, y como dice Scavino, “Derridá reencuentra a Nietszche, para quien las verdades no eran sino antiguas metáforas olvidadas”. La palabra estaría antes que los hechos y las cosas, es decir, los constituiría. Y Scavino cita a Pierre Klossowski para quien: "El mundo se vuelve fábula, el mundo tal cual es, sólo es una fábula, algo que se cuenta y que no existe sino en el relato".
Cuando leí esta última frase empecé a recordar los diferentes mundos que se relatan y se hacen realidad en el cine: el mundo de
Fellini es un mundo onírico, en el cual, al igual que en los sueños todo puede pasar, porque éstos “son nuestra única vida real”. Un lugar en el que abundan los clowns, la gradisca (coqueta de pueblo que sueña con casarse con un príncipe), los personajes de la infancia, donde la amistad es el valor primario. Todo aquí es tan surrealista como un cuadro de Dalí. En el mundo de David Cronenberg en cambio, las tecnologías (perdón, los no humanos) se han hibridado tanto con los hombres, que forman nuevos cuerpos, nuevas especies, nuevos placeres psicológicos, nuevos mundos con condición híbrida, virtuales, como la realidad misma. En el mundo cronenbergiano Marshall McLuhan es el gobernador y el mentor de las leyes de los medios. Completamente diferente es el mundo en el que vive Woody Allen, si yo tuviera que elegir probablemente elegiría su New York, ese lugar con gente tan neurótica como uno, que ama todo, que odia todo, que se queja de todo, que nunca está contenta. Un mundo de personajes complejos, amantes del cine y el jazz, y de las charlas que devienen divague filosófico. Un mundo con muchos traumas de familias inmigrantes, con odio por Hollywood y el Star System, pero con sólo una pantalla de distancia al cine de época… Un lugar en el cual el que tiene más de una fobia será seguramente bienvenido. Y qué decir del mundo ruso de Eisenstein, en el cual la única razón de existir es la lucha de clases, para vencer a la clase dominante, y así llevar a la cima al proletariado oprimido por la burguesía. Este es un mundo enteramente político, donde todo se rige por el montaje, uno de los padres que donó su sangre para los hijos montajes que vendrían después. Un lugar en el que, si uno va, no puede perderse la bajada corriendo por la escalera de la ciudad de Odessa. Otro mundo recomendable y alucinante es el habitado por Alfred Hitchcock, un mundo en el cual hay que tener cuidado porque cualquiera puede ser acusado de falso culpable, o perseguido por madres dominantes y por gaviotas alocadas y asesinas. Un lugar en el cual el mejor hospedaje será el motel de Norman, y el mejor sitio para visitar: la escalera caracol de la ciudad de San Fransisco y el Monte Rushmore en Dakota del Sur. Y si hablamos de mundos locos, por qué no visitar el de Tim Burton, ese mundo en el cual la muerte no es ni oscura, ni tabú ni tenebrosa, la muerte es un elemento más, algo que se toma hasta con humor, porque es parte de la vida. Ese lugar habitado por grandes peces, jóvenes hibridados con tijeras, cadáveres de novias arrepentidas, simios, barberos despechados y jinetes sin cabezas. Un lugar en el cual el visitante será atendido por el talentoso y sexy Johnny Deep en puerta de entrada, y seguramente habrá gente con la reserva hecha…se me ocurre el nombre de Vanesa.
Cada mundo es diferente, porque cada uno propondrá al visitante una realidad distinta pero igualmente válida, y obviamente imperdible.
Por eso, una vez más elijo, descubro, me adentro en estos mundos, y tantos otros, pensándolo como un desafío cotidiano. Recordando siempre que allí estarán, allí habitarán, y que podré realizar cada vez que desee: un eterno retorno.

GGss