jueves, 20 de enero de 2011

La aventura fellinesca...nunca es tarde para comprar el ticket!

"no sé por qué lo amo tanto..."

A continuación no se encuentra nada que no haya dicho antes, en alguna oportunidad seguramente....pero tenía ganas de volver a escribirlo!


Con motivo de celebrar que, aunque ya no esté con nosotros, hoy hace 91 años que nació uno de los directores más grandes y locos de la historia del cine, quise dejar volar algunas palabras, dejarlas libres para que encuentren quizás el rumbo en este post...

Y ¿por qué pensar que nunca es tarde para comprar el ticket? Porque cualquier persona que se precie de querer al cine con todas sus fuerzas no puede pasar por la vida sin haber experimentado alguna obra de este hombre, que desde siempre fue un creador. Antes de ser cineasta ya transitaba los terrenos creativos del lápiz y el papel, ilustrando la vida, su propia visión de las situaciones cotidianas teñidas de fantasías, pasajes oníricos e idealizaciones.

Toda su filmografía es una oda a “el artificio”, una estética que fue instalando poco a poco, desde su Rímini natal, la Rímini que él llevaba en su cabeza, la misma que describe magistralmente en Amarcord. Personalmente lo considero el mejor film del Maestro y uno de los más bellos que vi en vida, quizás, porque se me hace imposible no imaginar, ver y re-crear las propias imágenes de la infancia de mi padre y mis abuelos en Italia, es decir, y al igual que la estética en cuestión, las que llevo en mi mente, la que me ocupé de imaginar tras años y años de escuchar historias y ver fotos, (sumada a la italianidad familiar nuestra de cada día!!!).

Todo creador se re-crea su mundo, el mundo que él concibe como real para plasmarlo en las cintas, pero no me cabe la menor duda que el de Federico es un mundo sin barreras, es el mismo mundo que él sueña, dormido y despierto, que no sigue ninguna lógica más que la de su propia demencia en movimiento. “Nuestros sueños son nuestra única vida real” dijo una vez, y no me cansaré de citar esta frase hasta morir: sus sueños, pero más allá de lo onírico, su ensueño, la manera en que fantasea con las cosas, las situaciones, las mujeres, los colores.

Todos los elementos, desde la familia hasta el carnaval y los clowns, de algún amanera hacen crítica, pero exageradamente, como el teatro absurdo. En la explosión de colores, sabores, acordes, diálogos, Federico no sólo plantea sus obsesiones más íntimas y oscuras, sino también su mirada hacia los otros, hacia la sociedad, la historia y por sobre todas las cosas, al cine y el proceso creativo.

El gran legado que quizás sin querer en su totalidad nos ha dejado es el de tener la certeza de que la memoria y el imaginario son los terrenos más hermosos, los que nos hacen mortales, nos salvan de tantas penurias, nos ayudan a crear y matizan la visión del mundo. “Nunca pierdas tu inocencia infantil” dice Katherine citando a Fefo (quien dice, la había descubierto de adolescente mientras tomaba un helado en Piazza Navona) en Bajo el sol de Toscana, “es la cosa más importante”.

Esa misma inocencia que nunca se olvidó de retratar y en la que involucra al espectador haciendo aflorar la suya de todos los rincones, es la que embellece su filmografía más y más con el paso de los años, su filosofía de vida, de valorar lo simple de las relaciones (elemento que uno de sus fans, Woody, se fue ocupando de aplicar), su manera de DECIR a partir de un cine vestido de colores, que explotan, se funden, se resignifican y bailan al son de cualquier canción que seguro guardamos en nuestro imaginario.

Por eso es que decía que hoy, o mejor dicho siempre, es un buen día para decidir comprar el ticket y entrar en el fantástico mundo mágico de Fellini.

GGss (@eugess)

Bonus Track

Acá comparto un video que una vez me pasó Carina Maguregui, elemental para ilustrar un poco más lo que intenté decir...

lunes, 17 de enero de 2011

Globos de Oro 2011 en formato "post pelotudo"

Este es un post pelotudo pero necesario, dado que no entra en un twitt ni en dos ni en tres…pido amablemente que lo completen dado que no está toda la información que debería estar. O sea, es un post pelotudo, necesario e incompleto, pero nadie me paga por esto ni lo revisa ni edita, con suerte alguno lo lee…así que acá va. Insisto: incompleted!

No voy a hacer el típico post reseña de la fiesta dado que no seguí la ceremonia tirada en el futón como hago habitualmente con los Oscar’s, digamos que fui y vine haciéndole honor al multitasking, tratando de evitar la sensación que me sigue invadiendo con estas premiaciones: hay algo muy superficial en la atmósfera, muy mundo perfecto que en algún punto me vuela los pelos, pero también me gusta…no sé describirlo a ciencia cierta, es la doble cara de las cosas con las que convivimos a diario.

Quizás por esa razón, aunque cada vez me parezcan más aburridas, las sigo mirando. Es casi como el folklore de enero y febrero, del entre entre estar al pedo los domingos de verano y esperar las vacaciones, entre la ignorancia total de muchas de las cintas nominadas y las dos o tres que llegué a ver o al menos tengo información al respecto, entre el costado cholulo que emerge como acné adolescente y se va al día posterior y el costado más serio cinéfilamente hablando (que se va a pagando show tras show), entre la bronca mezclada con vergüenza ajena hacia las traducciones de TNT, a la que este año se sumó un mexicano que se ve que estaba al pedo e iba metiendo bocados insignificantes y pedorros y, la vedette de esta año: los tweets de Axel Kutch, auto-elevado al lugar de sabelotodo (lo banco pero después de que co-produjo El secreto de sus ojos se ha vuelto irritable el hombre), chimentero de los entretelones que la deja picando….en fin.

Ricky Gervais sigue confirmando mi teoría casera de que los ingleses nunca defraudan (o por lo menos si lo hacen te sacan una sonrisa en el camino), y que son altísimamente mejores para la comedia que sus hijos anfitriones. Acá algunas frases destacadas.

En cuanto a los premios, no tengo mucho para aportar desde mi lugar, sólo un par de alegrías: la de Natalie Portman, que se merecería ganar un premio todos los meses por ser simplemente Natalie, (queda pendiente ver el film del gran Darren). Pero mi sonrisa se extendió a la mitad de cada mejilla cuando la gran Laura Linney ganó el de Mejor Actriz de Serie por The Big C, serie de HBO que había empezado a ver sólo una hora antes de que empiece la entrega de premios, y Jim Parsons (que me estoy enterando que nacimos el mismo día, eso explicaría varias cosas ja!) por The Big Bang Theory, conjugando en una misma persona la trinidad de la genialidad: serie, personaje, actor.

No ví la ganadora por Mejor Serie Dramática Broadwalk Empire también de HBO, pero me alegré por Steve Buscemi por las mismas razones que por Natalie. Tampoco vi la otra ganadora en el rubro Mejor Serie de Comedia: Glee, pero teniendo un amiga tan fan como vanemaz (hasta el nivel insoportable, de esas amigas que las querés y por lo tanto aguantás compartiéndote videos, insistiéndote para que le des un vistazo, poniendo los ringtones en cuestión en el celular y cantándote a toda hora las canciones -que encima son covers-, hasta el nivel de perforarte el tímpano) calculo que debe ser “pasable” y disfrutable para quien es musical friendly.

Después está el caso Red Social, film de David Fincher ganador del premio máximo de la noche que aún no me perdono no haber visto todavía, que cosechó buenas y malas críticas, extremas críticas. Aunque si mal no recuerdo todo lo que leí elevaba al nivel de magistral a la banda sonora, y el Globo debe ser que se enteró y voló para ahí. Aclaración: el que no entendió que hacía Kevin Spacey en la mesa dijo el Sr. Axel que es porque fue uno de los productores…

Me faltó mencionar al ganador del Premio Honorífico Cecil B. DeMille 2011: el Sr. Robert De Niro, que bien merecido se lo tiene, pero no sé si me pareció a mí o qué pero no lo ví tan entusiasmado como su amigo Marty el año pasado...(igual creo que Marty ya anda entusiasmado por la vida en sí).

Las cosas para destacar nuestras de cada día que convierten las horas muertas en material onírico: Robert “te doy hasta que me quede sin aire” Downey Junior, Ryan “el novio que toda chica quisiera tener en su cama y toda suegra en su mesa un domingo” Gosling (que encima es buen actor…personalmente uno de los mejores), James “por más que digan que tu novia es una fachada para ocultar tu homosexualidad que algunos creen es visible y se justifica estúpidamente por los papeles que elegís” Franco, con el que me gustaría irme de vacaciones o campamento, Hugh “el chico correcto novio de Claire-chica-correcta-Danes”, y creo que nadie más. Pobres, ahora me doy cuenta que los llamé cosas….bueno, “chicos”...(faltaron a la cita Emile Hirsch y el Di Caprio de la nueva era por el que todas nos caemos de espaldas).

Otros detallecillos: Cris Evans parecería estar más viejo y blanco, algo le pasa, ¿se hizo vegetariano?, Christina Aguilera le estuvo dando a los postres post-separación, Angelina y Brad siguen sin ser creíbles, Matt Damon y Al Pacino siguen siendo pollerudos, y Gia, la hija de Joe Mantegna proclamada Miss Globo de Oro 2011 tiene menos onda que bandera de lata (ya que estás ahí nena, sonreí aunque sea!!!!!!!).

Bueno, hasta acá fue este post pelotudo, una mirada extremadamente personal, calentona, y algo trillada de lo que fueron para mí los Globo de Oro 2011. Esperemos que el 27 de febrero, aunque los premios con el nombre de Sr. Wilde no nos sorprendan, al menos conviertan estos rituales caseros en algo más divertido…. (podríamos hacer un asadito de última).

GGss (@eugess)

jueves, 13 de enero de 2011

La noche del oráculo

"No significa nada Sid. Salvo que que estás un poco ido de la cabeza. (...) Escribimos libros, ¿no es verdad? ¿Qué otra cosas se puede esperar de gente como nosotros?" John Trause

Hace un tiempo me encontraba con esa recurrente sensación que invade al lector en algún momento del año (porque decir “de la vida” sería exagerado) de abstinencia de "el libro perfecto". Esa obra que cuando la abrís por primera vez no podés dejar de cerrarla, o mejor aún, ese libro que ya desde la contratapa te atrae, te pide desesperadamente ser salvado de la pila de compañeros de papel de cualquier librería.

Pensé que la sensación iba a persistir, a seguir azotándome los últimos días calurosísimos del 2010, hasta que una mañana, buscando otra cosa, as usual, me topé con la pila de Anagrama. Seducida quizás por los colores o por esos libros estéticamente ideales, me abalancé sobre ellos de manera irracional. Baricco detuvo mis dedos y ojos buscadores con el ensayo Next, y, vaya casualidad, al lado, próximo, se encontraba el libro que dio lugar a este post. La noche del oráculo rezaba la tapa de un rosa apagado y alilado, envuelta en un misterio hasta ese momento sólo discursivo. Inmediatamente di vuelta el ejemplar y me sumergí sin ataduras en la sinopsis.

Antes de terminar de leerla y pasar a las recomendaciones de los críticos más abajo, ya estaba en la caja haciendo la cola para pagar, acompañada de Harry Potter y el Prisionero de Azkaban (el objetivo de mi visita a la librería, libro, que dicho sea de paso, también me ocupé de devorar en este enero que viene siendo perfecto para este tipo de placeres. Con suerte hoy empiezo el El caliz del fuego, ya lo he mencionado en alguna oportunidad, estoy haciendo el camino inverso, y los resultados vienen siendo encantadores, curativos si me lo permiten).

Justo muy poco después, Álvaro comparte una nota sobre el autor en cuestión: Paul Auster. Después de leerla, supe que no en vano la mente me había dado indicios de seguir adelante con la compra. El mundo de Paul Auster es en sus relatos tan particular, neurótico y neoyorquino como el de Woody Allen. Pero hablar en detenimiento de los elementos formará parte de otro post, una vez que mi lectura abarque más de un libro, obviamente.

La noche del oráculo cuenta la historia de Sydney Orr, un escritor de Brooklyng que, tras sufrir una enfermedad que lo pone al borde de la muerte, regresa a su hogar. Se siente incapaz de volver a escribir, hasta que un día, en una de sus salidas matutinas por el barrio, entra en El palacio del papel, la librería del Sr. Chang y compra un cuaderno azul que parece seducirlo, dándose cuenta de que puede volver a escribir. Su amigo escritor John Trause, le habla de Flitcraft, un personaje de El halcón maltés que también sobrevivió a la muerte, de manera trágicamente casual.

En la novela que empieza a escribir Orr, Flitcraft es Nick Bowen, un editor que lleva una vida cómoda y próspera, a quien un encuentro cercano con la muerte del que zafa “por un pelito” lo coloca en la situación de repensar su existencia. Es ahí cuando un día se va de su casa sin que su mujer Eva lo note y toma el primer vuelo del aeropuerto La Guardia a Kansas, llevando consigo sólo el manuscrito de La noche del oráculo, una novela perdida durante mucho tiempo que la nieta de la escritora le acerca para que revise.

Así, la historia va y viene entre la vida de Orr y la de Bowen, entre desencuentros, relaciones de pareja (que lo lleva al propio Orr a cuestionarse la suya con su esposa Grace, una mujer misteriosa cuyo pasado casi desconoce), y los hechos que van tejiendo la vida de estos dos personajes.

Lo primero que llama la atención es la capacidad del autor para meternos rápida y placenteramente en la historia, en realidad, un metarrelato. Auster cuenta la historia de Sydney, Sydney la de Nick, y Nick se mete en la de Lemuel Flagg, el protagonista de La noche del oráculo, un teniente inglés que ha quedado ciego producto de la explosión de un mortero en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, pero que aparentemente ahora posee el don de la profecía .

La prosa de Auster es sin dudas una de las más hipnóticas que he experimentado en mis años de lectora, elemental para cualquier persona que se quiera animar (como quien suscribe), a empezar a transitar los caminos de las letras, esos mismos que como los de Orr y Bowen, nunca sabremos adonde nos llevarán...

Hace unos días encontré un artículo (no recuerdo bien donde), que decía que para iniciarse en la lectura de Auster es recomendable empezar por La noche del Oráculo o Brooklyn Follies... Lo que puedo decir por ahora es que este escritor regala con apenas un par de párrafos, el gozo de abstraerse en lo magistral de un relato que tiene todas las características para ser ideal, es decir: no dejarnos despegar la atención y meternos en otras vidas que siempre terminan siendo atractivas porque, como dice Orr de Bowen: “empieza a ver una relación entre lo que le pasa a él y la historia que se cuenta en la novela, como si de manera indirecta, muy metafórica, el libro le hablara de forma íntima sobre sus circunstancias del momento”.

GGss