Un dolor que era esperado desde hacía un tiempo, unos meses, unas semanas, unos días. Un dolor que sin embargo sobrepasó las barreras de la expectativa y la racionalidad, de lo terreno y aún lo sentimental.
Qué decir cuando no se sabe qué decir, porque los sentimientos muchas veces no pueden codificarse en palabras.
Qué decir cuando tu vida fue tan grande como tus manos, tan sabia como tus palabras y tan noble como tu propio modo de pararte frente al mundo y hacia las personas.
Tu memoria era tu más preciado tesoro. A vos acudían los pueblerinos y ciudadanos para saber sobre el pasado, desde la historia de la llegada del ferrocarril a Zavalla hasta el crimen de Bordahebere. Eras partícipe indiscutible de reportajes, documentales, notas periodísticas o simples charlas de café y de sobremesa.
Te gustaba la historia, te encantaba contar sucesos, acontecimientos, leyendas urbanas, te encantaba leer mucho. Eras sumamente disciplinado en todo lo que hacías.
A cualquier pregunta siempre respondías con una sonrisa, muchas veces cómplice.
Te encantaba el cine, sentarte horas frente a la pantalla a ver películas. Te gustaba más aún hablar de ellas, reflexionar, y hasta tenías una mini videoteca (hecho fundacional de mi posterior dvdteca).
Eras el paradigma del fanatismo canalla. Si, canalla hasta la médula, socio vitalicio, infaltable en la cancha y en las cenas que se hacían con hinchas, jugadores, gente de la comisión, y toda persona que sintiera la misma pasión. Una de tus anécdotas canallas fue cuando seguiste al equipo a Venezuela. Eras tan fan que hasta Tessandori te llamó el año pasado para hablar sobre el tema. (Yo en eso te llevé la contra pechofriera siempre).
Caballero, educado y pausado al hablar.
Tenías un millón de amigos, de todas las edades. Por tu estación de servicio pasaron todos los personajillos zavallenses habidos y por haber.
Te gustaba socializar y formar parte de diversas comisiones para aportar quizás, tu granito de arena a la comunidad: estuviste en la del Club Atlético Zavalla, en la del banco local, en la de Central, en la Cooperativa de Agua Potable también local...
Pero donde eras infaltable era en la peña de los miércoles, ¡esas sí que eran reuniones!
Tuviste una vitalidad envidiable. Nunca te quedaste quieto un minuto.
Ya no tendremos más tu risa y tus guiños cómicos y cómplices.
Lo más importante de la vida son las cosas simples, su recuerdo, como decía Sábato. Esas cosas simples que no sólo rondarán esta manzana en la que fuiste feliz y triste, sino nuestros corazones, el de los que te adorábamos y admirábamos.
Naciste en una casa humilde hace poco más de 91 años, y con fuerza y alegría viviste cada minuto de tu vida. Disfrutaste hasta el final de tus 3 hijos y tus 8 nietos.
Nunca bajaste los brazos, y eso, junto con tu nobleza y alegría son el mejor regalo que nos dejaste a todos.
Voy a extrañar nuestras charlas sobre cine y sobre la vida.
Me encantaba sentarme en tu falda, y lo hice hasta hace poco.
Te quiero mucho abuelo Danilo.

María Eugenia