El secreto de sus ojos se plantea desde el comienzo, como un film sobre el quedarse inmóvil o avanzar, sobre la decisión de permanecer o dejar ser, dejar que el tiempo cure sin intentar volver atrás para cambiar lo que ya pasó. Y el personaje que, cual péndulo oscila entre estos dos mundos es Benjamín Espósito (Ricardo Darín), que vive su vida diciéndose lo mismo cada día que pasa: “Hace 25 años que me pregunto y hace 25 años que me contesto lo mismo: dejá fue otra vida”.
La historia va y viene entre el pasado y el presente de Espósito, con dos constantes: su amor por Irene Menéndez Hastings (Soledad Villamil) y un caso de asesinato que lo marcó para siempre. Ya jubilado, sin nada que los “distraiga” en su vida, comienza a escribir una novela, basándose en una historia de la que fue en parte protagonista, la violación y asesinato de la joven maestra Liliana Colotto, un caso cerrado por la justicia argentina, que dejó varios manchones de sangre en la vida de Benjamín, y que, al igual que su amor por Irene, lo obsesionó todos estos años. “Mi vida entera fue mirar para adelante, atrás no es mi jurisdicción”, le dice la bella Menéndes Hastings, pero él no puede avanzar…

Con una impecable y majestuosa fotografía, un elenco estelar y escenas memorables como la del comienzo en la estación de tren, el film de Campanella demuestra que este hombre sabe CREAR como pocos, sabe producir verdadero suspenso, sabe captar la atención de la sala como hacía tiempo no veía. Al igual que Hitchcock, logra mostrarnos los hechos mediante los ojos del protagonista, produciéndonos asombro, melancolía, miedo junto con él (la escena del ascensor es escalofriante, “claustrofóbica” diría Vane). “Los ojos hablan” dice Benjamín, y creo que en este film nos recitan poesía.
No puedo dejar de mencionar la participación de Guillermo Francella como Pablo Sandoval, el amigo borracho de Benjamín, su cómplice y compañero de aventuras, un papel en el que Francella sale completamente de los roles que acostumbra, aunque nunca olvida el humor y convierte las escenas en las que participa en grandes momentos…iluminando la pantalla sin su bigote.

Villamil también merece halagos como la estructurada, parca y nena de papá ricachón Irene…en fin, cada personaje en este film, desde los grandes (Darín no necesita descripción porque está más allá) a los pequeños, forman un perfecto rompecabezas que va de la comedia al thriller en un pestañeo.
Este es el cine argentino que me gusta ver, el cine que apuesta por la ficción, que toca puntas de la historia de nuestro país pero sin caer en el golpe bajo, que capta al espectador y lo sumerge en la historia, como digo siempre, haciendo que uno quiera entrar en esa diégesis (N. del. A: estuve tan sumergida que sentí un ruido a celular que cayó por las escaleras y no noté que era el mío hasta no salir de cine, buscarlo en mi bolso, percatarme de la pérdida y volver a buscarlo entre las butacas…donde afortunadamente me estaba esperando).
Sin dudas, la masterpiece de Juán José Campanella produce en nosotros lo que Benjamín dice del marido de Liliana, Morales (Pablo Rago): “Tenés que ver lo que son los ojos, están en estado de amor puro”
GGss