"...y¿fueron felices? ¿y comieron perdices?"
Nick & Amy. Amy & Nick. Todo parecía perfecto
alrededor de esta pareja con poco trayecto por el suelo del matrimonio, un
suelo gastado por las narrativas, las clásicas, las de todos los días, las que
hielan los huesos con sus verdades y las que se alimentan de hermosas mentiras.
La frase “No seré feliz pero
tengo marido” empapela Perdida (Gone Girl), esta historia de personajes comunes, con todas las
complejidades propias del género humano. Qué soy, quién soy, qué quiero, qué
quiero del otro, qué estoy dispuesto a ser para ser el que siempre quise ser,
que estoy dispuesto a hacer para lograr que el otro sea como yo quiero y haga
lo que yo quiero. En el medio, los grises, lo que se puede, lo que nos queda,
colado en el día a día.
Ahí, en ese entre, entre los extremos
y lo ordinary cotidiano, ahí mismo es donde bucea la escritora norteamericana Gillian Flynn, con un humor
tan agudo como la malicia con la que baña los pensamientos de este matrimonio neoyorkino.
Resulta que es el quinto aniversario de Nick Dunne y Amy Elliot, ambos
periodistas y escritores, ambos desempleados como consecuencia de la ola 2.0,
viviendo ahora en Carthage, una pequeña ciudad del estado de Missouri junto al río
Mississippi, tan venida abajo como ellos dos. Es 5 de julio por la mañana, ese
día celebrarán su aniversario como lo hacen siempre, con una caza del tesoro,
con pistas que tienen que ver con detalles, lugares y hechos ocurridos en el
último año juntos. Pero algo sucede esa mañana, misteriosamente Amy desaparece (o como diría Hitchcock: "The lady vanishes").
¿Cuál es el mayor talento de esta
narradora norteamericana? Narrar desde ambos puntos de vista, el de Nick a
medida que se suceden los hechos y el de Amy a partir de un diario que va
contando su vida desde que conoce a su marido en una fiesta de escritores en
New York. Este ida y vuelta pone al lector en una comodísima situación de
espectador de partido de tenis, generándole una paleta de sentimientos y haciéndolo elaborar conjeturas.
La fragilidad de las relaciones
humanas, las cosas a las que uno se ve obligado a renunciar en la pareja que vuelven una y
otra vez, lo monstruoso…¿en qué nos convertimos cuando juramos amor eterno a
otro, cuando prometemos amarlo toda la vida, en la salud y la enfermedad? Qué
ganamos, qué perdemos, qué queda en el camino. La gran reflexión creo que se
sitúa en esa delgadísima línea que existe entre el amor, el odio, la vida y la
muerte, el compañerismo y la malicia, la comprensión y el ego. Todos somos Amy,
todos somos Nick…
Mi consejo: Hollywood ya está filmando la adaptación de esta novela de casi 600 páginas, así que no dejen pasar el tiempo y tirense de cabeza a este thriller antes de verlo en pantalla grande, antes de que Ben Affleck y Rosamund Pike nos inunden el imaginario y nos quiten la posibilidad de construir nosotros mismo a ese par de seres llamados Nick Dunne y claro, Amy Elliot Dunne...
@eugess