Habíamos
terminado de comer los canelones. La torta invertida de mango estaba bien
tibiecita, lista para ser comida. Sin embargo, el destino quería que algo
maravilloso se presentara.
Una
llamada una hora antes había preparado las cartas. Mientras tomábamos mates con
Luci y Anto, escuchamos la voz de mamá decir “¿por parto natural?, ¡los está
teniendo! ¡Qué alegría!”. Nos miramos sin entender, empezamos a sacar
rápidamente cálculos mentales…¿quién era la embarazada?
Pero el verbo conjugado en plural nos hizo caer casi simultáneamente en la cuenta: era Soraya. Ella, es
Vuelvo
al primer párrafo. Terminamos de comer los canelones y antes de disponernos a
probar el postre de mamá (mamá siempre sorprende con algo, después uno se
pregunta a quién salió mi hermana la repostera!!!), las chicas se fueron a lo
de Marisol. Menos de 100
metros nos separaban de la sala de partos.
Quise
esperar a ver qué pasaba, tenía miedo de impresionarme…justamente yo que hace
hoy justamente medio año estuve en la misma situación que la hermosa Soraya. No
aguanté, caminé esos menos de 100 metros .
Cuando
abrí la puerta todo era silencio, armonía. Una tenue oscuridad, apenas luz…y en
un rincón, calentita y sobre un acolchado bañado en líquido reposaba ella y sus
críos. Soraya y sus 4 cachorros. Ya los había limpiado. Ahí estaban ellos,
acurrucados junto a su mamá. No pude evitar llorar como una marrana, recordé mi
propio parto, ese momento único, ese encuentro con ese ser que uno parece a la
vez conocer y desconocer, ese calorcito de los dos cuerpos.
Pensaba
en qué distinto sería todo si fuéramos (un poquito) más primitivos. El hombre
se enorgullece de ser tan racional, pero lentamente se va olvidando de lo que
tiene programado ya en sus genes. Tantas mujeres que se niegan a dar la teta,
que pasan directamente a una cesárea, como si se tratara de encargar una
pintura de uñas de Avon…parto normal o cesárea, pintura roja o lilita….
Mientras
comentábamos esto, Soraya parió al quinto, de repente…empezó a romperle la
bolsita, lo lamió y lo acomodó para que tome la teta. El gemidito de los
cachorros se sentía y escuchaba suavemente en el aire.
Llegó
el tío con Spartaco, el padre de las criaturas. Spartaco quería ser parte, pero
como todo hombre en ese momento, más por curiosidad que por utilidad (sorry
hombres). Al tío casi al unísono le pedimos que baje la voz, pero él no pudo
con su genio y empezó a decir que mañana a Soraya debía examinarla bien el
veterinario, darle algo para el dolor, y demás elementos discursivos tan
propios del género masculino, que antepone la razón al sentimiento, casi
siempre….simplemente son así, simplemente actúan así. Nunca vamos a entendernos
del todo con ellos.
Y
Soraya parió al sexto, todo negro, con una corbatita blanca. Anto, mi hermana,
la futura veterinaria, iba chusmeando el sexo de cada uno de los cachorros:
hasta ahora todos machos y una hembrita. Soraya la dejaba, mientras seguía con su
labor de limpiar, dar de mamar y mimar.
A
menos de 100 metros
de distancia Pedro, mi cachorro, reclamaba mi teta! Vieron que para las madres,
la teta a veces oficia de comodín, porque ayuda con las demás necesidades,
brinda calma, es un amor que nunca está de más.
Me
volví pensando mucho, en la experiencia en sí. Lo seguí haciendo mientras
degustaba la torta invertida de mango, mientras le daba la teta a Pedro…el acto
de parir, sin tantas mediaciones. Acompañadas por la gente justa y necesaria,
con poca luz y sin tanta luz blanca de quirófano, en silencio, conectados, a
nuestro tiempo.
Aceptarnos
más como mamíferos nos volvería incluso menos acomplejados por tanto, por tanto
que se nos impone desde una sociedad supuestamente moderna y post y post de
post. No estoy diciendo nada nuevo, simplemente dejando volar un pensamiento,
sacándolo de la jaula, para que vuele y se encuentre con tantos otros iguales y
distintos, para que se hibride con ellos.
Qué
lindo sería ser más Soraya, todos los días. Parir, dar a la luz, salir al mundo
sin tanto embole publicitario, marketinero, periodístico y pelotudístico.
Escuchar más al cuerpo, a ese instinto tan hermoso que aflora y nos mira como
Itzá, la india que habita en el naranjo de Lavinia (estoy leyendo La mujer
habitada).
Y
entonces, mientras dejaba volar las palabras frente al teclado, pasó mamá (que
tampoco pudo con su curiosidad) y me dijo “nació el séptimo”. Una
hembrita….cinco chicos y dos chicas. Pensé en Soraya, que seguro está como la
ví cuando me vine…en paz, descansando, alimentando, dando calor y amor de
madre, ¿acaso existirá amor más puro?
GGss (@eugess)
No hay comentarios:
Publicar un comentario