Hay un dicho inglés que reza: “An apple a day keeps the doctor away” (una manzana por día mantiene lejos al doctor), digamos que, si lo trasladamos al terreno facultativo, un filósofo por día te mantiene con la mente fresca…o al menos eso intento hacer, después de reflexionar sobre mi situación actual en la facultad.
La cuestión es que el libro de Dardo Scavino me voló las chapas, en el sentido de que era la “refrescada” teórica que venía necesitando y que hasta ahora no había encontrado. Entre tantas clases con profesores que la complican, y tantos otros textos que pecan de la soberbia académica que tanto odiamos (quizás por la envidia de no entender muchas cosas aún), encontré por fin mí otra mitad filosófica: Ludwig Wittgenstein. Después de verlo mencionado en tantísimas oportunidades, aparece en el libro citado más arriba.
Como no soy crítica ni nada por el estilo, sólo voy a acotar que me estoy interiorizando en lo que plantea este hombre, y que lo que leí hasta hora (muy poco) me parece interesante y muy aplicable…imagínense a qué rama de arte.
Este filósofo austríaco plantea algo así como que “mi mundo es mi lenguaje” (según palabras de Scavino). O sea que “el lenguaje dejaría de ser un medio, algo que esté entre el yo y la realidad”, el lenguaje y el mundo serían coextensivos, “los límites de uno serían los límites del otro”.
La realidad no existiría sino por y mediante el discurso. Esto no es nuevo para ningún estudiante de comunicación (se me ocurre Maturana), pero bueno, a mí me pareció interesante volver sobre este aspecto, especialmente en este momento en que somos bombardeados diariamente por tantas realidades presentadas por los medios de comunicación; de tantas maneras diferentes se nos presenta un determinado mundo como el único real, y se insiste en eso. Como decía Paul Watzlawick: “Creer que la propia realidad es la realidad misma es una peligrosa ilusión”, y tachaba de think crime atenerse a la propia visión del mundo y querer ser feliz de esta manera.
Este bombardeo presentador de únicas realidades es lo que llevó a que haya dejado de ver televisión. No encuentro nada, absolutamente nada que me guste. Es por eso que una vez más, tiro a la basura la única realidad presentada y elijo las múltiples realidades que me presenta el cine.
“No existe una realidad como la que los metafísicos han tenidos la esperanza de descubrir” decía Derrida, y como dice Scavino, “Derridá reencuentra a Nietszche, para quien las verdades no eran sino antiguas metáforas olvidadas”. La palabra estaría antes que los hechos y las cosas, es decir, los constituiría. Y Scavino cita a Pierre Klossowski para quien: "El mundo se vuelve fábula, el mundo tal cual es, sólo es una fábula, algo que se cuenta y que no existe sino en el relato".
Cuando leí esta última frase empecé a recordar los diferentes mundos que se relatan y se hacen realidad en el cine: el mundo de Fellini es un mundo onírico, en el cual, al igual que en los sueños todo puede pasar, porque éstos “son nuestra única vida real”. Un lugar en el que abundan los clowns, la gradisca (coqueta de pueblo que sueña con casarse con un príncipe), los personajes de la infancia, donde la amistad es el valor primario. Todo aquí es tan surrealista como un cuadro de Dalí. En el mundo de David Cronenberg en cambio, las tecnologías (perdón, los no humanos) se han hibridado tanto con los hombres, que forman nuevos cuerpos, nuevas especies, nuevos placeres psicológicos, nuevos mundos con condición híbrida, virtuales, como la realidad misma. En el mundo cronenbergiano Marshall McLuhan es el gobernador y el mentor de las leyes de los medios. Completamente diferente es el mundo en el que vive Woody Allen, si yo tuviera que elegir probablemente elegiría su New York, ese lugar con gente tan neurótica como uno, que ama todo, que odia todo, que se queja de todo, que nunca está contenta. Un mundo de personajes complejos, amantes del cine y el jazz, y de las charlas que devienen divague filosófico. Un mundo con muchos traumas de familias inmigrantes, con odio por Hollywood y el Star System, pero con sólo una pantalla de distancia al cine de época… Un lugar en el cual el que tiene más de una fobia será seguramente bienvenido. Y qué decir del mundo ruso de Eisenstein, en el cual la única razón de existir es la lucha de clases, para vencer a la clase dominante, y así llevar a la cima al proletariado oprimido por la burguesía. Este es un mundo enteramente político, donde todo se rige por el montaje, uno de los padres que donó su sangre para los hijos montajes que vendrían después. Un lugar en el que, si uno va, no puede perderse la bajada corriendo por la escalera de la ciudad de Odessa. Otro mundo recomendable y alucinante es el habitado por Alfred Hitchcock, un mundo en el cual hay que tener cuidado porque cualquiera puede ser acusado de falso culpable, o perseguido por madres dominantes y por gaviotas alocadas y asesinas. Un lugar en el cual el mejor hospedaje será el motel de Norman, y el mejor sitio para visitar: la escalera caracol de la ciudad de San Fransisco y el Monte Rushmore en Dakota del Sur. Y si hablamos de mundos locos, por qué no visitar el de Tim Burton, ese mundo en el cual la muerte no es ni oscura, ni tabú ni tenebrosa, la muerte es un elemento más, algo que se toma hasta con humor, porque es parte de la vida. Ese lugar habitado por grandes peces, jóvenes hibridados con tijeras, cadáveres de novias arrepentidas, simios, barberos despechados y jinetes sin cabezas. Un lugar en el cual el visitante será atendido por el talentoso y sexy Johnny Deep en puerta de entrada, y seguramente habrá gente con la reserva hecha…se me ocurre el nombre de Vanesa.
Cada mundo es diferente, porque cada uno propondrá al visitante una realidad distinta pero igualmente válida, y obviamente imperdible.
Por eso, una vez más elijo, descubro, me adentro en estos mundos, y tantos otros, pensándolo como un desafío cotidiano. Recordando siempre que allí estarán, allí habitarán, y que podré realizar cada vez que desee: un eterno retorno.
La cuestión es que el libro de Dardo Scavino me voló las chapas, en el sentido de que era la “refrescada” teórica que venía necesitando y que hasta ahora no había encontrado. Entre tantas clases con profesores que la complican, y tantos otros textos que pecan de la soberbia académica que tanto odiamos (quizás por la envidia de no entender muchas cosas aún), encontré por fin mí otra mitad filosófica: Ludwig Wittgenstein. Después de verlo mencionado en tantísimas oportunidades, aparece en el libro citado más arriba.
Como no soy crítica ni nada por el estilo, sólo voy a acotar que me estoy interiorizando en lo que plantea este hombre, y que lo que leí hasta hora (muy poco) me parece interesante y muy aplicable…imagínense a qué rama de arte.
Este filósofo austríaco plantea algo así como que “mi mundo es mi lenguaje” (según palabras de Scavino). O sea que “el lenguaje dejaría de ser un medio, algo que esté entre el yo y la realidad”, el lenguaje y el mundo serían coextensivos, “los límites de uno serían los límites del otro”.
La realidad no existiría sino por y mediante el discurso. Esto no es nuevo para ningún estudiante de comunicación (se me ocurre Maturana), pero bueno, a mí me pareció interesante volver sobre este aspecto, especialmente en este momento en que somos bombardeados diariamente por tantas realidades presentadas por los medios de comunicación; de tantas maneras diferentes se nos presenta un determinado mundo como el único real, y se insiste en eso. Como decía Paul Watzlawick: “Creer que la propia realidad es la realidad misma es una peligrosa ilusión”, y tachaba de think crime atenerse a la propia visión del mundo y querer ser feliz de esta manera.
Este bombardeo presentador de únicas realidades es lo que llevó a que haya dejado de ver televisión. No encuentro nada, absolutamente nada que me guste. Es por eso que una vez más, tiro a la basura la única realidad presentada y elijo las múltiples realidades que me presenta el cine.
“No existe una realidad como la que los metafísicos han tenidos la esperanza de descubrir” decía Derrida, y como dice Scavino, “Derridá reencuentra a Nietszche, para quien las verdades no eran sino antiguas metáforas olvidadas”. La palabra estaría antes que los hechos y las cosas, es decir, los constituiría. Y Scavino cita a Pierre Klossowski para quien: "El mundo se vuelve fábula, el mundo tal cual es, sólo es una fábula, algo que se cuenta y que no existe sino en el relato".
Cuando leí esta última frase empecé a recordar los diferentes mundos que se relatan y se hacen realidad en el cine: el mundo de Fellini es un mundo onírico, en el cual, al igual que en los sueños todo puede pasar, porque éstos “son nuestra única vida real”. Un lugar en el que abundan los clowns, la gradisca (coqueta de pueblo que sueña con casarse con un príncipe), los personajes de la infancia, donde la amistad es el valor primario. Todo aquí es tan surrealista como un cuadro de Dalí. En el mundo de David Cronenberg en cambio, las tecnologías (perdón, los no humanos) se han hibridado tanto con los hombres, que forman nuevos cuerpos, nuevas especies, nuevos placeres psicológicos, nuevos mundos con condición híbrida, virtuales, como la realidad misma. En el mundo cronenbergiano Marshall McLuhan es el gobernador y el mentor de las leyes de los medios. Completamente diferente es el mundo en el que vive Woody Allen, si yo tuviera que elegir probablemente elegiría su New York, ese lugar con gente tan neurótica como uno, que ama todo, que odia todo, que se queja de todo, que nunca está contenta. Un mundo de personajes complejos, amantes del cine y el jazz, y de las charlas que devienen divague filosófico. Un mundo con muchos traumas de familias inmigrantes, con odio por Hollywood y el Star System, pero con sólo una pantalla de distancia al cine de época… Un lugar en el cual el que tiene más de una fobia será seguramente bienvenido. Y qué decir del mundo ruso de Eisenstein, en el cual la única razón de existir es la lucha de clases, para vencer a la clase dominante, y así llevar a la cima al proletariado oprimido por la burguesía. Este es un mundo enteramente político, donde todo se rige por el montaje, uno de los padres que donó su sangre para los hijos montajes que vendrían después. Un lugar en el que, si uno va, no puede perderse la bajada corriendo por la escalera de la ciudad de Odessa. Otro mundo recomendable y alucinante es el habitado por Alfred Hitchcock, un mundo en el cual hay que tener cuidado porque cualquiera puede ser acusado de falso culpable, o perseguido por madres dominantes y por gaviotas alocadas y asesinas. Un lugar en el cual el mejor hospedaje será el motel de Norman, y el mejor sitio para visitar: la escalera caracol de la ciudad de San Fransisco y el Monte Rushmore en Dakota del Sur. Y si hablamos de mundos locos, por qué no visitar el de Tim Burton, ese mundo en el cual la muerte no es ni oscura, ni tabú ni tenebrosa, la muerte es un elemento más, algo que se toma hasta con humor, porque es parte de la vida. Ese lugar habitado por grandes peces, jóvenes hibridados con tijeras, cadáveres de novias arrepentidas, simios, barberos despechados y jinetes sin cabezas. Un lugar en el cual el visitante será atendido por el talentoso y sexy Johnny Deep en puerta de entrada, y seguramente habrá gente con la reserva hecha…se me ocurre el nombre de Vanesa.
Cada mundo es diferente, porque cada uno propondrá al visitante una realidad distinta pero igualmente válida, y obviamente imperdible.
Por eso, una vez más elijo, descubro, me adentro en estos mundos, y tantos otros, pensándolo como un desafío cotidiano. Recordando siempre que allí estarán, allí habitarán, y que podré realizar cada vez que desee: un eterno retorno.
GGss
1 comentario:
varias cosas:
* es cierto que Bla(st) te pegó, principalmente este texto que te vuela los pelos...
* no me dijas que no encontras un tema para el taller, lee de nuevo esta entrada y fijate (cine con-texto)...
* me encanto esta frase: Cada mundo es diferente, porque cada uno propondrá al visitante una realidad distinta pero igualmente válida, y obviamente imperdible... lo bueno es que podemos acceder a estas realidad o diegesis...
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