lunes, 23 de mayo de 2016

La fuga siempre empieza por casa

Hace casi dos años y cuatro meses que no escribo esta cuna de locuras...creo que en el afán de cambiar el mundo, el mundo me empezó a cambiar a mí.

Huérfana de palabras, de esas que me alborotaban hasta tener que encontrarles refugio, huérfana de tiempo, tiempo para comer, beber, dormir, mirar la ventana que da al patio y pensar en algún recuerdo del pasado que me motive hacia el futuro, huérfana de oxígeno para respirar cuando miro el cielo, o el espejo tratando de autodescubrirme o autodescribirme. Bueno, sí, me convertí en madre: un pequeño paso para los miles de millos que habitan este planeta pero un gran paso para esta HUMANAdad, o sea mi tiempo, mi espacio, mi ego, mi cuerpo, mi mente, mi corazón. Y bueno, la transformación fue rápida aunque lenta de asimilar...primero fui un pedazo de carne que emanaba fluídos, después un pedazo de carne que dormía menos, progresivamente fui siendo mitad mujer mitad madre deseosa de que todos lo sean...después se me pasó y fui madre con experiencia, consciente de por qué tus amigos no tenían ese deseo, hasta que arribé al mediano equilibrio, justo, justito para darme cuenta de que me iba a convertir en madre otra vez...y entonces volví a ser todo eso pero con menos tiempo y menos energías y más seguridad en mí misma (bueno, apenitas). Y en el gremio de #gentealhorno me nombraron presidenta.

Ya habrá tiempo para desarrollar el proceso de legar hijos al mundo, ahora me interesa pensar en este espacio, desempolvarlo, sacudir este felpudo para ver si me puedo ubicar.
"Necesito distensión" diría Cerati...yo además de eso necesito un hueco mental para mis pensamientos, para ir tejiendo una red, un entramado de unidades mínimas de significado en el afán de desenredarme y tejer una historia. Quiero una historia. Tengo una historia. Me faltan partes. Necesito vestir este esqueleto, agregarle color a los huesos y huesos a los huecos. 

Hoy empiezo. No sé adónde me llevará esto ni dónde terminaré...nunca sé nada de nada, o sí: sé algo, la fuga siempre empieza por casa....


miércoles, 29 de enero de 2014

Perdida: Gone Girl...hasta que la muerte los separe



"...y¿fueron felices? ¿y comieron perdices?" 

Nick & Amy. Amy & Nick. Todo parecía perfecto alrededor de esta pareja con poco trayecto por el suelo del matrimonio, un suelo gastado por las narrativas, las clásicas, las de todos los días, las que hielan los huesos con sus verdades y las que se alimentan de hermosas mentiras.

La frase “No seré feliz pero tengo marido” empapela  Perdida (Gone Girl), esta historia de personajes comunes, con todas las complejidades propias del género humano. Qué soy, quién soy, qué quiero, qué quiero del otro, qué estoy dispuesto a ser para ser el que siempre quise ser, que estoy dispuesto a hacer para lograr que el otro sea como yo quiero y haga lo que yo quiero. En el medio, los grises, lo que se puede, lo que nos queda, colado en el día a día.

Ahí, en ese entre, entre los extremos y lo ordinary cotidiano, ahí mismo es donde bucea la escritora norteamericana Gillian Flynn, con un humor tan agudo como la malicia con la que baña los pensamientos de este matrimonio neoyorkino. 

Resulta que es el quinto aniversario de Nick Dunne y Amy Elliot, ambos periodistas y escritores, ambos desempleados como consecuencia de la ola 2.0, viviendo ahora en Carthage, una pequeña ciudad del estado de Missouri junto al río Mississippi, tan venida abajo como ellos dos. Es 5 de julio por la mañana, ese día celebrarán su aniversario como lo hacen siempre, con una caza del tesoro, con pistas que tienen que ver con detalles, lugares y hechos ocurridos en el último año juntos. Pero algo sucede esa mañana, misteriosamente Amy desaparece (o como diría Hitchcock: "The lady vanishes"). 

¿Cuál es el mayor talento de esta narradora norteamericana? Narrar desde ambos puntos de vista, el de Nick a medida que se suceden los hechos y el de Amy a partir de un diario que va contando su vida desde que conoce a su marido en una fiesta de escritores en New York. Este ida y vuelta pone al lector en una comodísima situación de espectador de partido de tenis, generándole una paleta de sentimientos y  haciéndolo elaborar conjeturas.

La fragilidad de las relaciones humanas, las cosas a las que uno se ve obligado a renunciar en la pareja que vuelven una y otra vez, lo monstruoso…¿en qué nos convertimos cuando juramos amor eterno a otro, cuando prometemos amarlo toda la vida, en la salud y la enfermedad? Qué ganamos, qué perdemos, qué queda en el camino. La gran reflexión creo que se sitúa en esa delgadísima línea que existe entre el amor, el odio, la vida y la muerte, el compañerismo y la malicia, la comprensión y el ego. Todos somos Amy, todos somos Nick…

Mi consejo: Hollywood ya está filmando la adaptación de esta novela de casi 600 páginas, así que no dejen pasar el tiempo y tirense de cabeza a este thriller antes de verlo en pantalla grande, antes de que Ben Affleck y Rosamund Pike nos inunden el imaginario y nos quiten la posibilidad de construir nosotros mismo a ese par de seres llamados Nick Dunne y claro, Amy Elliot Dunne...
@eugess

martes, 13 de agosto de 2013

Rosario: una humilde y necesaria reflexión



Escribir y querer decir. Tanto y tan poco. Recordar una y otra vez, cada día a la misma hora, ese momento. Recrearlo para intentar estar más cerca. Qué habrán estado haciendo, qué habrán estado pensando, qué tenían planeado hacer ese día. Las escenas llenan la mente, la invaden y asfixian cualquier deseo.

Un hecho que no fue uno más, que golpeó los corazones de tantos rosarinos, rosarinos que viven cerca, a pocas cuadras, cruzando la vereda. Rosarinos que viven lejos, a un pueblo o provincia de distancia, cruzando el mar. Rosarinos que vemos a nuestra ciudad desde el horizonte, que nos sentimos cerca, iluminados por sus luces, cobijados por el dibujo que allá en el este nos dice “acá estoy, no me fui ni me voy a ninguna parte”

Porque solamente el que ha vivido en Rosario sabe que la ciudad se pega en la piel, se vuelve aire. Ciudad de infancia, ciudad de amigos, ciudad de siesta y de gente apasionada, ciudad pueblo y ciudad barrio, ciudad amanecer y atardecer entre siluetas edilicias, ciudad de puentes y de islas. La ciudad que se ama desde cualquier punto geográfico. Se la recuerda, se la quiere. Ciudad llena de poesía, ciudad que inspira y llena hojas en blanco…¿cómo no escribir sobre Rosario? 

Ciudad que parió una forma de ser y de ver que un seis de agosto se volvió contagiosa, se honró, se volvió ejemplo, se volvió bandera. 

Y justo cuando empezaba a dejar de confiar en nosotros, en los seres humanos, justo cuando empezaba a darle la razón a mi viejo cuando dice que vivimos como los animales en la selva, rodeados de hienas, justo ahí, como una luz en la oscuridad, se hicieron presentes aquellos hombres tan olvidados, ejemplos de entrega: bomberos, rescatistas, paramédicos, vecinos, taxistas. Voluntarios. Personas que demostraron que yo no soy el otro, pero no puedo ser sin el otro, que demostraron también que no es tan difícil aplicar el “ama al prójimo como a ti mismo”, ellos lo lograron porque tienen un tesoro que suele faltarnos: la empatía. Ponerme en el lugar del otro, hacer ese trabajo mental. Intentarlo. Y en ese intento, ellos nos devolvieron la esperanza, le dieron calor a quienes tenían frío. Enseñaron con ejemplo, desvalorizado ejemplo, revalorizado ejemplo…

Tantas imágenes. Emocionaban, ponían la piel de gallina. La condición humana. La desnudez plena del ser…LÁGRIMAS, ALMA Y CORAZÓN

Sigo pensando en aquellos que ya no están, me duermo pensando en ellos, en sus sueños; y es por ellos que creo necesario reflexionar, transformar, meditar, cambiar el enfoque de las cosas. También pienso en sus seres queridos, rezo por ellos, para que encuentren las fuerzas para salir adelante, porque aunque parezca imposible, hay que seguir. Y pienso en el silencio y el respeto de quienes se acercaban o pasaban por el lugar, el compromiso demostrado por todos los que colaboraron, la solidaridad en toda su dimensión, la entrega, la responsabilidad con que tantos colegas periodistas han encarado la difícil tarea de informar. 

Queda lo elemental: pedir justicia, exigir que nada quede impune, evitar otra tragedia. JUSTICIA.

Hay cosas que no se podrán recuperar más pero a partir de ahora tenemos varias tareas; se las debemos a aquellas almas que ya no están: abrazarnos más, ayudar, dar una mano, disfrutar el presente, ser prudentes, bajar un cambio, disfrutar de las cosas simples. Comprender que somos frágiles, que no somos eternos, que a las cosas materiales se las lleva el viento.

No olvidemos. Seamos mejores personas. Aprendamos que la responsabilidad, la entrega y la empatía, son cosas de todos los días. Deben serlo.

Honremos esas vidas. Honremos la vida.

No olvidemos.

Nunca más.

GGss (@eugess)