miércoles, 8 de abril de 2009

Lo que me olvidé de leer el sábado jeje

Todo este último tiempo de preparativos me ha hecho pensar mucho. Uno no puede dejar de volver con su mente hacia atrás y pensar en lo vivido hasta ahora, en los hechos, las circunstancias, las anécdotas, en las personas que fueron protagonistas junto a nosotros de este acontecimiento que para muchos es una locura y para otros una bendición.
Por eso quise impregnar en palabras algunas cosas que se me vinieron a la mente en todo este tiempo, momentos imborrables como cuando íbamos con la nona Velia a juntar tréboles de cuatro hojas o cuando junto con la abuela Enri juntábamos huevos en el gallinero, era casi como una búsqueda del tesoro, mis charlas sobre cine con el abuelo Danilo, las naranjas que cortaba con el nono Mario, las vacaciones en Miramar, en La Paloma, Merlo, los juegos raros que nos inventábamos con Luci y Anto, las travesuras y golpes que me daba por culpa de mi curiosidad, la mudanza a Zavalla que al principio odié con toda mi alma, pero sin la cual nunca hubiera conocido a Cris, las vueltas en la Zanella que en esa época era gris, los cumpleaños, los asados, los días de pesca, las veces que Cris me decía “hoy falta menos que ayer”, las personas nuevas que iban apareciendo en nuestro camino y nos iban ayudando a ser mejores, y aquellas que se fueron yendo, no sin antes pensar en qué nos podían regalar, en que querían estar para bailar el vals. Todos momentos que forman aquellas cosas simples de la que habla Sábato, las únicas que perdurarán para siempre en nuestra mente y no envejecerán aún cuando nuestro cuerpo sí lo haga.
Por eso quisiera agradecer: a mi papá y mi mamá, por tenderme siempre la mano, por enseñarme que la humildad y la simpleza van siempre juntas y que la riqueza se lleva siempre en el corazón, a mis hermanas, por tantos años de cariño y puro aguante, y porque aunque les he dicho que las odio mil veces saben que a los 5 minutos se me pasa, a Chachi, porque con sus chistes siempre nos alegra la existencia, por tener un niño no adentro sino a flor de piel, y por ser aquel hombre que cuando tenía 8 años frotó mi cabeza y le dijo a mi abuela: “ella es para Cristian”, a Elsa, porque lo rico de sus tortas no se compara con lo que lleva en su interior, a Juampi, porque desde siempre fue y será mi ídolo, ese que pone el hombro cuando nadie más lo hace, a Franco, porque aunque siempre lo rete porque habla fuerte lo quiero como a un hermano menor, a la tía Adri, por ser siempre el ejemplo de la alegría y la fortaleza constante, de la persona que nunca se queja de nada, esa que al mal tiempo y al buen tiempo le pone buena cara, a Marisol, por haber confiado en mí en momentos en que ni yo lo hacía, por elegir compartir conmigo instantes, charlas, que me fueron transformando en alguien mejor, por ser una soñadora y una verdadera artista, responsable de crear el cotillón más lindo del mundo, a la Tía Betty, por estar siempre, por esa alegría que contagia, y obviamente, por los ñoquis rellenos con queso, a Martín, por ser simplemente un amigo de fierro, a Ceci y Vane, por ser más que amigas hermanas, por el aguante durante todo este tiempo, porque me enorgullece que sean parte de mi vida, y porque están tan locas como yo, a Nay y a July, por ser dos monstruos, dos grandes, a Darío Marinozzi, por entender desde el principio nuestra locura a la perfección y por hacernos todo esto más fácil, y finalmente, a Cristian, por que aunque el tiempo pase siempre será ese chico simple y cariñoso, como dice Juan “con el corazón más grande que la espalda”, el que dice siempre que quiere que se prendan fuego todos los cines y se fundan las queserías, ese chico que desde el principio me quiso así como soy, ansiosa e insoportable, el que me enseñó a manejar, pero también a ser una mejor persona, el que me esperaba en la esquina de la plaza cada mañana para ir a la escuela y aquel con el que descubrí que esa frase que leí alguna vez en un libro era cierta: “El primer amor siempre termina, pero puede no pasar nunca”.
GGss