domingo, 10 de junio de 2012

Hoy todas queremos ser Soraya


Habíamos terminado de comer los canelones. La torta invertida de mango estaba bien tibiecita, lista para ser comida. Sin embargo, el destino quería que algo maravilloso se presentara.

Una llamada una hora antes había preparado las cartas. Mientras tomábamos mates con Luci y Anto, escuchamos la voz de mamá decir “¿por parto natural?, ¡los está teniendo! ¡Qué alegría!”. Nos miramos sin entender, empezamos a sacar rápidamente cálculos mentales…¿quién era la embarazada?

Pero el verbo conjugado en plural nos hizo caer casi simultáneamente en la cuenta: era Soraya. Ella, es la Bull Dog de la tía  Marisol.

Vuelvo al primer párrafo. Terminamos de comer los canelones y antes de disponernos a probar el postre de mamá (mamá siempre sorprende con algo, después uno se pregunta a quién salió mi hermana la repostera!!!), las chicas se fueron a lo de Marisol. Menos de 100 metros nos separaban de la sala de partos.

Quise esperar a ver qué pasaba, tenía miedo de impresionarme…justamente yo que hace hoy justamente medio año estuve en la misma situación que la hermosa Soraya. No aguanté, caminé esos menos de 100 metros.

Cuando abrí la puerta todo era silencio, armonía. Una tenue oscuridad, apenas luz…y en un rincón, calentita y sobre un acolchado bañado en líquido reposaba ella y sus críos. Soraya y sus 4 cachorros. Ya los había limpiado. Ahí estaban ellos, acurrucados junto a su mamá. No pude evitar llorar como una marrana, recordé mi propio parto, ese momento único, ese encuentro con ese ser que uno parece a la vez conocer y desconocer, ese calorcito de los dos cuerpos.


Pensaba en qué distinto sería todo si fuéramos (un poquito) más primitivos. El hombre se enorgullece de ser tan racional, pero lentamente se va olvidando de lo que tiene programado ya en sus genes. Tantas mujeres que se niegan a dar la teta, que pasan directamente a una cesárea, como si se tratara de encargar una pintura de uñas de Avon…parto normal o cesárea, pintura roja o lilita….

Mientras comentábamos esto, Soraya parió al quinto, de repente…empezó a romperle la bolsita, lo lamió y lo acomodó para que tome la teta. El gemidito de los cachorros se sentía y escuchaba suavemente en el aire.
Llegó el tío con Spartaco, el padre de las criaturas. Spartaco quería ser parte, pero como todo hombre en ese momento, más por curiosidad que por utilidad (sorry hombres). Al tío casi al unísono le pedimos que baje la voz, pero él no pudo con su genio y empezó a decir que mañana a Soraya debía examinarla bien el veterinario, darle algo para el dolor, y demás elementos discursivos tan propios del género masculino, que antepone la razón al sentimiento, casi siempre….simplemente son así, simplemente actúan así. Nunca vamos a entendernos del todo con ellos.

Y Soraya parió al sexto, todo negro, con una corbatita blanca. Anto, mi hermana, la futura veterinaria, iba chusmeando el sexo de cada uno de los cachorros: hasta ahora todos machos y una hembrita. Soraya la dejaba, mientras seguía con su labor de limpiar, dar de mamar y mimar.

A menos de 100 metros de distancia Pedro, mi cachorro, reclamaba mi teta! Vieron que para las madres, la teta a veces oficia de comodín, porque ayuda con las demás necesidades, brinda calma, es un amor que nunca está de más.

Me volví pensando mucho, en la experiencia en sí. Lo seguí haciendo mientras degustaba la torta invertida de mango, mientras le daba la teta a Pedro…el acto de parir, sin tantas mediaciones. Acompañadas por la gente justa y necesaria, con poca luz y sin tanta luz blanca de quirófano, en silencio, conectados, a nuestro tiempo.
Aceptarnos más como mamíferos nos volvería incluso menos acomplejados por tanto, por tanto que se nos impone desde una sociedad supuestamente moderna y post y post de post. No estoy diciendo nada nuevo, simplemente dejando volar un pensamiento, sacándolo de la jaula, para que vuele y se encuentre con tantos otros iguales y distintos, para que se hibride con ellos.

Qué lindo sería ser más Soraya, todos los días. Parir, dar a la luz, salir al mundo sin tanto embole publicitario, marketinero, periodístico y pelotudístico. Escuchar más al cuerpo, a ese instinto tan hermoso que aflora y nos mira como Itzá, la india que habita en el naranjo de Lavinia (estoy leyendo La mujer habitada).

Y entonces, mientras dejaba volar las palabras frente al teclado, pasó mamá (que tampoco pudo con su curiosidad) y me dijo “nació el séptimo”. Una hembrita….cinco chicos y dos chicas. Pensé en Soraya, que seguro está como la ví cuando me vine…en paz, descansando, alimentando, dando calor y amor de madre, ¿acaso existirá amor más puro?


GGss (@eugess)