jueves, 3 de enero de 2013

El jardín de casa

La vida es como el jardín de casa…o sea, vivir, sería más o menos parecido a plantar un árbol (como dice la frase). Pero la frase “plantar un árbol”, disparadora de una sola idea en la mayoría de los mortales, ¿no vendría a representar más una actitud prolongada que un mero instante?

Hay diferentes tipos de jardineros que, y, en consecuencia, dan vida a diferentes tipos de jardín. Están los que plantan compulsivamente cada estación del año, pero no dejan jamás cumplir el ciclo a la planta, la destierran mucho antes de que la pobre les diga “dejame morir en paz”. Están aquellos que decoran el jardín con plantas de moda, macetas de moda, césped de moda, que pagan para que lo cuiden cada semana sin interrupción, sin dejar que las plantas por sí mismas tomen la forma indebida, todo debe quedar perfectamente en su lugar, color con color, para que la gente al pasar se maraville, una vidriera. Están los jardines olvidados, que aún así, intentan siempre maravillar a sus dueños con alguna pirueta. Incluso existen los impresionantes jardines de maceta, claro, los que habitan allí, en las alturas de la urbe, los que sueñan con ser grandes, pero se conforman con la pequeñez cálida de los muros, el hollín de colectivo y el ruido de los bocinazos.

Cada jardín va tomando la forma de las circunstancias, del tiempo y el espacio, todo celosamente supervisado por la señora naturaleza, madre ella, loca ella, rencorosa ella...bastante sabia.

Pero existe otra clase de jardineros, un grupo de cuidadores que hacen del jardín una fiesta, que, a lo McLuhan, lo consideran una extensión del cuerpo, un tapado en invierno y una sombrilla en verano, un refugio en las tormentas y un buen libro para acompañar la tarde. Un mate calentito bien temprano a la mañana. Esos jardineros respetan los ciclos, le sacan la lengua a las plantas de moda, no detienen su mirada en estéticas, más bien se alegran con cada florcita  nueva, cada hojita nueva. Dan su vida por las plantas y no se rinden cuando éstas dan muestras de agonía, no se rinden porque de ellas han aprendido tanto, claro, porque de ellas han tomado tantos ejemplos de actitudes del vivir. Incluso, cuando alguna se quiebra, vuelven a plantar esa partecita, para dar más vida, para que no muera. Porque después de todo, las roturas no son más que nuevas oportunidades de crecer y crear, nuevas oportunidades de volver a ser…

Los jardines de estos jardineros mutan sólo con el tiempo, se dejan ser, porque los dejan ser, son libres, respiran aire verdoso esperanzado, alegran al visitante, devuelven los mimos. Porque ellas, las habitantes del lugar, nos quieren más de los que nosotros imaginamos, nos enseñan cada día algo nuevo, como el bonsái de palo borracho, que creía muerto pero al reparo, un día lo encontré radiante…cuando terminé de preocuparme él ya se había recuperado solo…

En fin, mi reflexión para empezar este 2013 giró al jardín; qué jardín quiero tener, qué jardinera quiero ser…no estoy muy poética pero las ganas de escribir están, y como la jardinería, me arrojo ni bien tengo un huequito temporal-espacial (porque las ganas siempre sobran).

¿qué tipo de jardineros queremos ser?

GGss (@eugess)

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