jueves, 13 de enero de 2011

La noche del oráculo

"No significa nada Sid. Salvo que que estás un poco ido de la cabeza. (...) Escribimos libros, ¿no es verdad? ¿Qué otra cosas se puede esperar de gente como nosotros?" John Trause

Hace un tiempo me encontraba con esa recurrente sensación que invade al lector en algún momento del año (porque decir “de la vida” sería exagerado) de abstinencia de "el libro perfecto". Esa obra que cuando la abrís por primera vez no podés dejar de cerrarla, o mejor aún, ese libro que ya desde la contratapa te atrae, te pide desesperadamente ser salvado de la pila de compañeros de papel de cualquier librería.

Pensé que la sensación iba a persistir, a seguir azotándome los últimos días calurosísimos del 2010, hasta que una mañana, buscando otra cosa, as usual, me topé con la pila de Anagrama. Seducida quizás por los colores o por esos libros estéticamente ideales, me abalancé sobre ellos de manera irracional. Baricco detuvo mis dedos y ojos buscadores con el ensayo Next, y, vaya casualidad, al lado, próximo, se encontraba el libro que dio lugar a este post. La noche del oráculo rezaba la tapa de un rosa apagado y alilado, envuelta en un misterio hasta ese momento sólo discursivo. Inmediatamente di vuelta el ejemplar y me sumergí sin ataduras en la sinopsis.

Antes de terminar de leerla y pasar a las recomendaciones de los críticos más abajo, ya estaba en la caja haciendo la cola para pagar, acompañada de Harry Potter y el Prisionero de Azkaban (el objetivo de mi visita a la librería, libro, que dicho sea de paso, también me ocupé de devorar en este enero que viene siendo perfecto para este tipo de placeres. Con suerte hoy empiezo el El caliz del fuego, ya lo he mencionado en alguna oportunidad, estoy haciendo el camino inverso, y los resultados vienen siendo encantadores, curativos si me lo permiten).

Justo muy poco después, Álvaro comparte una nota sobre el autor en cuestión: Paul Auster. Después de leerla, supe que no en vano la mente me había dado indicios de seguir adelante con la compra. El mundo de Paul Auster es en sus relatos tan particular, neurótico y neoyorquino como el de Woody Allen. Pero hablar en detenimiento de los elementos formará parte de otro post, una vez que mi lectura abarque más de un libro, obviamente.

La noche del oráculo cuenta la historia de Sydney Orr, un escritor de Brooklyng que, tras sufrir una enfermedad que lo pone al borde de la muerte, regresa a su hogar. Se siente incapaz de volver a escribir, hasta que un día, en una de sus salidas matutinas por el barrio, entra en El palacio del papel, la librería del Sr. Chang y compra un cuaderno azul que parece seducirlo, dándose cuenta de que puede volver a escribir. Su amigo escritor John Trause, le habla de Flitcraft, un personaje de El halcón maltés que también sobrevivió a la muerte, de manera trágicamente casual.

En la novela que empieza a escribir Orr, Flitcraft es Nick Bowen, un editor que lleva una vida cómoda y próspera, a quien un encuentro cercano con la muerte del que zafa “por un pelito” lo coloca en la situación de repensar su existencia. Es ahí cuando un día se va de su casa sin que su mujer Eva lo note y toma el primer vuelo del aeropuerto La Guardia a Kansas, llevando consigo sólo el manuscrito de La noche del oráculo, una novela perdida durante mucho tiempo que la nieta de la escritora le acerca para que revise.

Así, la historia va y viene entre la vida de Orr y la de Bowen, entre desencuentros, relaciones de pareja (que lo lleva al propio Orr a cuestionarse la suya con su esposa Grace, una mujer misteriosa cuyo pasado casi desconoce), y los hechos que van tejiendo la vida de estos dos personajes.

Lo primero que llama la atención es la capacidad del autor para meternos rápida y placenteramente en la historia, en realidad, un metarrelato. Auster cuenta la historia de Sydney, Sydney la de Nick, y Nick se mete en la de Lemuel Flagg, el protagonista de La noche del oráculo, un teniente inglés que ha quedado ciego producto de la explosión de un mortero en las trincheras de la Primera Guerra Mundial, pero que aparentemente ahora posee el don de la profecía .

La prosa de Auster es sin dudas una de las más hipnóticas que he experimentado en mis años de lectora, elemental para cualquier persona que se quiera animar (como quien suscribe), a empezar a transitar los caminos de las letras, esos mismos que como los de Orr y Bowen, nunca sabremos adonde nos llevarán...

Hace unos días encontré un artículo (no recuerdo bien donde), que decía que para iniciarse en la lectura de Auster es recomendable empezar por La noche del Oráculo o Brooklyn Follies... Lo que puedo decir por ahora es que este escritor regala con apenas un par de párrafos, el gozo de abstraerse en lo magistral de un relato que tiene todas las características para ser ideal, es decir: no dejarnos despegar la atención y meternos en otras vidas que siempre terminan siendo atractivas porque, como dice Orr de Bowen: “empieza a ver una relación entre lo que le pasa a él y la historia que se cuenta en la novela, como si de manera indirecta, muy metafórica, el libro le hablara de forma íntima sobre sus circunstancias del momento”.

GGss

2 comentarios:

Redacción Apedalesvc dijo...

Alto libro; igual que su reseña-!

Gise dijo...

Un par de cosas fugaces:
- son mas de la una, y permanezco en el trabajo atrapada por tu prosa, debe ser alguna buena señal (no es por compararte con Auster, a quien no tengo la gracia de conocer, peeero... ahi vamos)
- conozco la sensación de que el soporte te invite a producir...
- Ya me enlisto para que me prestes el libro! :P

Te quiero amiga escritora!
Beso!