Se necesitan estas y muchas más condiciones. Cualquier mortal ávido de pertenecer debe también comprar o conseguir de alguna manera la “pequeña biblia ilustrada” por el señor François Truffaut. Sin ella no se puede seguir con el rito, es una pieza casi fundamental que guiará al lector por el mundo del pensamiento hitchcockiano. Es de lectura rápida, porque el interés que genera y la ironía del gordo a la hora de emitir palabra lo hacen una presa de lectura similar a un sándwich de queso roquefort o parmesano.
Aunque, seamos francos, nadie puede formar parte, be part of it, sin antes pasar por el bautismo alfrediano: Psicosis. Para los que, como la que escribe, nacieron lamentablemente en los 80, 0 90 o aún 70, la película inicial debe haber sido Psicosis. Muy pocos empiezan el laberinto por otro lado. Recuerdo que era un poco incrédula de su genialidad, de su mito, hasta que Psycho llegó a mis manos y nunca más pude separarme del Maestro. Después vendrían (en orden en que las ví): La ventana indiscreta, Vértigo, North by Northwest (my preferida), La soga, Extraños en un tren, Los pájaros, Cortina Rasgada, Dial M for murder, Sabotaje, La sombra de una duda, Pero quien mató a Harry, Notorious, Marnie la ladrona, Frenesí, Sospecha, El hombre que sabía demasiado y Rebecca.
Esta última, la única que la Academia maldita le premió, es una gema, una real masterpiece. En ella, hace su presentación una actriz grandiosa como Joan Fontaine, en un papel que casi repite en "Sospecha", el de chica tímida, sumisa, que descubre un mundo oscuro después de casarse con el viudo Maxim de Winter (Laurence Oliver). En esta obra Hitch trabaja de manera sublime las sombras, los picados y los travellings hacia atrás, algo que le sale mejor que nadie. Sólo él logra que uno realmente llegue a odiar a los personajes (cómo al Tío Charlie en "La Sombra de una duda" y a Bruno en "Extraños en un tren") al punto de querer traspasar la pantalla y golpearlos (préstenle atención a Mrs. Danvers, ama de llaves de la mansión De Winter, que detesta a la pobre nueva esposa… realmente la odié).
No sé si fue este fin de semana lluvioso o mi necesidad de puntos de fuga, pero he visto las últimas tres en dos días, y espero ansiosa Family Plot (sú última peli) esta noche. Es que este hombre ha producido en los espectadores una verdadera adicción, uno se siente tan inmensamente atraído que no puede dejar de ver los films casi compulsivamente. Será acaso porque revive en cada uno esas fantasías tenebrosas de la niñez, de pensar que alguien se esconde, o presumir algo “sobre otro”. Quizás la clave esté en su construcción narrativa, en cómo crea suspenso con cosas tan simples, un hecho inédito en la actualidad (ya hice catarsis con este aspecto).
Cada vez que uno contempla esos magistrales movimientos de cámara, no puede hacer más que pensar “God bless Alfred”. Es impresionante cómo detrás de ese gordis (es imposible ser objetiva con Hitch), detrás de ese niño grande inglés, se esconde tanta magia, tanta gratitud, que incluso a 28 años de su muerte y tantísimos más de sus films, nos siga afectando, cautivando.
Ya finalizando, dejo esta frase de Truffaut en el Prólogo de El cine según Hitchcock: “El hombre había muerto, pero no el cineasta, porque sus películas, realizadas con un cuidado extraordinario, una pasión exclusiva, una emotividad extrema enmascarada por una maestría técnica poco frecuente, no dejarían de circular, difundidas por todo el mundo, rivalizando con las producciones nuevas, desafiando el paso del tiempo, comprobando la imagen de Jean Cocteau cuando habla de Proust: Su obra continuaba viviendo como los relojes de pulsera en los soldados muertos”.







