sábado, 16 de agosto de 2008

Los Cané, The dark Night y el Papel del Espectador...reloaded

Jueves a la tardecita. Cita con los Cané en el cine. Película: “The Dark Night” otra vez, obvio. No me pude contener y tuve que ir otra vez. La excusa era perfecta: me deleitaba otra vez con el mundo de “Why so serious?” y de paso la veía a Ceci, mi amiga más vieja, la que me comenta y me “tira flores” en el blog y una de las personitas por las que saltaría al precipicio.


Pero primero lo primero: ¿quiénes son los Cané? Cecilia y Nicolás, hermanos, rosarinos, fanáticos de River, ella 24 y él 26. Los conozco desde hace casi 20 años. Íbamos a la misma escuela, la Edmondo de Amicis, en realidad a Nicolás lo conozco por Ceci, por ser el cómplice de tantas charlas, él siempre andaba por ahí rondando el depto de calle Dorrego, y más tarde sería el que se engancha a hablar de cine cuando Ceci ya se harta de mí en el depto de calle España. Aprovechando esta movida melancólica que
una esquizo inició con motivo de su cuarto de siglo, nombrar a Ceci me hace recordar miles de cosas adosadas a esa época “tan inocente” de mi vida…sí, siempre fui un poco inocente, hecho que tuvo sus consecuencias más tarde. Hablar de Ceci significa hablar de las tardes en que después de la escuela íbamos a su casa a tomar la leche, en realidad, la “isla flotante” que nos preparaba Elina, su mamá (que constaba de un vaso de vidrio colmado de leche con una montaña de Nestquick arriba…no sé cómo lo hacía), acompañábamos esto con galletitas Criollitas y queso Tolem, y lo degustábamos mientras apoyábamos los pies descalzos sobre la mesa ratona y mirábamos tele. Esa misma Ceci con la que me sentaba atrás de todo en el salón, con los varones, la misma machona (ahora es toda una lady) que me aplicaba un corrector (cariñoso) cuando hablaba mal de River, la misma que tenía de mascota a la Manchi, que me ladraba desde el querido Ford Escort blanco y me hacía temer subir… ¡Cuantos recuerdos! Pero vayamos a lo nuestro.
Fui con los Cané al cine, no sin antes comprar pochocho salado (no me gusta el dulce), maní japonés, maní con chocolate y gomitas. Yo, que siempre me quejo de los inadaptados que hacen ruido, esta vez me la banqué, no sé cómo hice ya que Ceci tardó 10 minutos para abrir la bolsa de maní comprada previamente en la Royal, acto seguido del desparramamiento de la mitad de los maníes a la sala oscura, acto seguido de “¿y este se muere en realidad?”, pregunta que no respondí porque cuando adelanto algo después me retan, acto seguido de la frase “la gente con nachos me sigue”, acto seguido de Cecilia apoyada cual bella durmiente arriba mío y Nicolás del otro lado (me senté entre los hermanitos) moviendo la pierna cómo lo hace uno cuando está nervioso, y era impresionante ver cómo en los momentos de más tensión y suspenso el movimiento aumentaba la velocidad. Fue casi una experiencia religiosa. Luckily, yo ya había visto la peli, así que esta vez me dediqué exclusivamente a babosearme con
Christian Bale (que lo vale) y a prestar atención a lo sublime de los movimientos de cámara.


¿Adónde quiero llegar con la odisea que estoy recordando? Este relato me sirve de puntapié inicial para hablar un poco, y seguir con el papel del espectador. Yo he sido siempre defensora del silencio absoluto en la sala, razón por la cual en los últimos años me he enojado infinidad de veces. Pero desde el jueves siento que la ida al cine, en silencio o no, puede ser tomada cómo una experiencia única a vivir, cómo un devenir impulsor de muchas emociones. Ver un film en pantalla grande nos brinda la posibilidad de lo asombroso, pero compartir ciertos de ellos con gente querida es aún mejor.
Hace dos sábados
Jorge Carnevale hablaba de esto de ser un cinéfilo o un simple espectador…y yo me quedé pensando: ¿por qué ubicarnos siempre entre dualidades? Muchas veces quizás asistí cómo una cinéfila (pero bueno quién puede definir y definirse cómo tal…odio los parámetros), muchas veces quizás le mentí a alguien para que me acompañe a ver algo que sabía que no iba a ser para todos los gustos, muchas otras fui y realmente renegué de la gente en la sala pensando ¿para qué siquiera gastaron en la entrada? Pero este último jueves disfruté de otra manera, este jueves fui espectadora, me dí el lujo de ajustarme al pochoclerío e hice un poquito de ruido para revelarme contra mí misma, para ser diferente, para seguir esa cosa de devenir cosas distintas, de no ser siempre esa especie de cinéfila que amo, eso creo que lo voy a empezar a dejar para la intimidad de mi cuarto, en el cual veo sola la mayoría de las películas que otros considerarán raras, demasiado europeas, demasiado antiguas, demasiado mudas. Todo ese sinfín de hechos artísticos voy a empezar a dejarlos para ser vividos desde una experiencia distinta.
Carnevale dice que ha dejado de ir al cine, yo en cambio voy a seguir yendo, pero también, como dice él, voy a seguir “viendo películas en mi casa”, aunque no creo que mucho “en funciones privadas” tipo ciclo de cine en algún lugar. Y sí, es verdad que el cine en los últimos tiempos ha sido inundado de títulos para adolescentes y niños, maltratando a títulos menos celebrados, pero quizás haya que acostumbrarse un poco a los horripilantes movimientos comerciales del mundo actual, y hacer punta desde tácticas más locales, cómo la mini sala de la casa de uno.
Pero, ¿cómo empezó esto del séptimo arte?, ¿cómo fue cambiando su forma de organización y su relación con el espectador?

Este fragmento lo escribí para el trabajo final de Utopías Tecnológicas:
La novedosa combinación de imagen y movimiento de las primeras proyecciones de cine mudo, a principios del siglo XX, genera una larga lista de sorpresas y temores. Los primeros filmes se apoyan en el lenguaje teatral; la visión de la cámara imita la del espectador en la sala de teatro: la imagen es estática y los cambios de tiempo y espacio se producen con los cambios de escena. Al contrario de las representaciones teatrales de la época, anónimas y silenciosas, en las primeras proyecciones se comprueba una intensa participación del público con comentarios, risas, gritos de miedo, silbidos de desaprobación, aplausos, etc. Así, el cine mudo se convierte en un espectáculo esencialmente popular.

A partir de la década de 1930, con la aparición del cine sonoro, se extiende la forma de consumo impuesta en el teatro: la escucha silenciosa. La “participación” del espectador es reprimida por el resto de la sala.
Con estos cambios, el cine se transforma de un modo de comunicación y participación colectiva a uno individual y privado.


Como dice McLuhan: “el medio es lo que conforma y regula la escala y la forma de asociación humanas”. Hoy en día la variedad de estrenos es cada vez más escasa, y como dice Carnevale, no se les deja mucho lugar a los films que movilizan un poco más las neuronas, pero porqué no tomamos este rasgo contextual e intentamos empezar a hacer de la sala de cine otra cosa. Seguir siendo cinéfilos, pero por momentos intentar devenir espectadores…ser apocalípticos pero intentar devenir un poco aunque sea, integrados. Yo diría que “The Dark Night”, oscila entre la peli de culto y el super estreno, está en el medio, y por eso a lo mejor me gustó, me fascinó tanto. Me recordó a lo que proclamaba Deleuze de ubicarnos “entre”, y de que cada uno de nosotros concentra una multiplicidad de modos de ser en relación al deseo. Ni héroe ni villano, ni cinéfilo ni espectador, ni apocalíptico ni integrado… Sólo un ser en eterno devenir.

GGss

4 comentarios:

Anónimo dijo...

ajajaja me morì con tu relato...por ahí me dio nostalgia de tantas cosas vividas....por momentos me mate de risa!!!! pero me di cuenta de dos cosas: q sos maravillosa en el amplio sentido de la palabra...y Q SOY UN POQUITO INSOPORTABLE!!!!jajajajaja
SOS LO MAS!!!! TE ADORO!!!
Ah! y la bolsita de maní no la podía abrir porq tenia las manos patinosas por haber tocado el pororó antes....jajaja
AGUANTE EL RUIDO EN EL CINEEEE!!!!

Anónimo dijo...

gracias maru!!! si muevo la pierna sin darme cuenta...ahora me dieron ganas de comer gomitas....

vanemaz dijo...

ah! cada vez mas extensos estos posteos... jeje... me encanta!!!ahora pasemos a lo nuestro

me parece fantastica la idea de romper con las dualidades, como siempre los extremos son malos, y tener q elegir de alguna manera adonde perteneces, es feo... lo hemos hablado, no es la primera vez, pero esta eleccion de no pertener a ninguna postura de forma ortodoxa, es tambien todo un desafio...

la experiencia que se genera en el cine es unica e irrepetible, somos expertas en ver peliculas mas de una vez (sea en casa, en casa amigas o en el cine, la ultima mia fue Sweeney Todd). uno no puede dejar de lado disfrutar como un niño cuando la ve por primera, segunda o tercera vez, y tampoco puede abandonar a esa otra parte nuestra, la esquizo, de querer prestarle antencion a plano, actores, musica, guion y la mar en coche (molina, postiglione, cordoba y mayol son algunos de los culpables de esto)... es lo que somos...

con lo unico q me voy a poner en contra es con la ultima frase de Cecilia: YO ODIO EL RUIDO EN EL CINE mataria a los de alrededor por comer pochoclo, nachos, hasta hamburguesas... aaaaahhhhh!!! (peor es aun escuchar el pororo en un solo de Rodo en el teatro,mmmm!!!)

por lo pronto sigamos ejercitando este sano vicio... q vamos a ver esta semana???

María Eugenia Del Zotto dijo...

Friend, es mucho pedirte ir a ver otra vez Batman?? Con vos hasta ahora no la fui a ver...pero te molestaría mi ruido pochocleano jaja!!
Creo que esta ñiña interior nunca se va a morir y a veces temo por eso...viste que en casa me dicen todos los santos días que estoy media loca...soy medio la oveja negra en ese sentido...
También pordríamos ir a ver la de Taratuto...o ver una en casa, pero no viernes tan tarde porque me voy a quedar dormida...para no perder la costumbre vio...
Y con respecto a las influencias: no hay como Mayol!!!

GGss