En el corto “Diario de un espectador”, dirigido por el italiano Nanni Moretti, él hace un monólogo que habla del papel fundamental que cumplió el cine en su vida, sus recuerdos pegados a los del cine. Mientras miraba el corto de este director, yo también recordaba momentos de mi vida enlazados al cine…siendo una niña, la espera para entrar al Gran Rex a ver una peli de Dysney en las vacaciones de invierno, las veces en que he ido sola a ver alguna película no convencional, cuando mi papá me acompaño a ver “Sin City” (nadie más se dignó…y en esa época todavía no la conocía a Vane jaja), y el pobre se durmió a los 10 minutos…no sé porqué porque es una obra maestra, o renegar constantemente con la gente que va al cine a hablar con el de al lado, comer nachos olorosos, pochocho ruidoso, alguna que otra hamburguesa o pancho, los que usan las butacas de cama, los que van con bebés llorones, el viejo malaonda (y reconozco que yo me he puesto así últimamente), los adolescentes insoportables…en fin, un grupillo de gente que en el último tiempo he puesto en la lista negra de los insoportables de siempre, razón por la cual dejé de asistir los fines de semanas.
No pude dejar de reconocer en ese corto mi propia experiencia de espectadora, aunque es obvio que de los trabajos que ví, el que más me identificó como partícipe de la sala fue el de Lars Von Traer “Ocupaciones”, ese martillo me hubiese sido tan útil tantas veces!!! (El protagonista es el mismo director, quien en una premiere en Cannes debe soportar a un tipo que le habla todo el tiempo, hasta que saca un martillo y le rompe la cabeza).
Por eso, y siguiendo a Aumount, “somos capaces no sólo de reconocer, sino de identificar los objetos. (…) La imagen transmite de forma necesariamente codificada, un cierto saber sobre lo real”. Cuando uno ve cualquier película italiana, desde “Los Inútiles” hasta “Cinema Paradiso”, por más que no haya pertenecido a esa cultura y esa época, no puede dejar de sentirse identificado, o quizás, de recordar lo que algún mayor alguna vez contó sobre sus experiencias en la sala de cine, no sólo como espectador, como es el caso de mi papá cuando vivía en Italia, sino de proyector, trabajo que realizó en la década del 60 (tenía unos 18 años) en el cine de Jáuregui (Partido de Luján- Prov. De Bs. As). Asimismo, el cine italiano siempre me hace sentir algo especial que bordea la emoción. Para mí, el cine Fellinesco está compuesto por una infinidad de “imágenes-signo”, aún cualquier imagen puede representar más de un significado, pero en las obras de Federico, experimento una rápida asociación con muchos recuerdos e imágenes que he tratado de crear en mi mente desde mi infancia a partir de cosas que incansablemente me han contado. Esa italianidad que uno lleva acoplada desde siempre, la música, la comida, las frases, las relaciones familiares…todo cuanto se ve plasmado en los propios films. Por eso comenté en “¿Qué es el cine?” que cada vez que veo “El Padrino II”, la escena en la cual Vito llega en el barco a la Isla de Ellis en Nueva York, es imposible no llorar. Me imagino a mis propios abuelos y mi padre, llegando en barco, todos amontonados y sabiendo bien de donde venían…pero no adonde llegaban.
En todas estas obras de arte se aprecian claramente las funciones de la imagen, los modos simbólicos, epistémicos -“la imagen aporta informaciones visuales sobre el mundo cuyo conocimiento permite así abordar incluso algunos de sus aspectos no visuales”- y estético. En cuanto a éste último modo, por supuesto que “la imagen está destinada a complacer a su espectador, a proporcionarle sensaciones específicas”. En un film como “Amarcord”, la imagen además está destinada a llevar al espectador por un camino onírico, de esas emociones que sólo se experimentan en los sueños, con casi la misma paleta de colores que apreciamos en ellos.
Con respecto a estos ejemplos, se puede citar a Gombrich y su “beholder’s share”, que designan “el conjunto de los actos perceptivos y psíquicos con los cuales el espectador, al percibirla y comprenderla, hace existir la imagen”. Jamás hay imágenes inocentes, “en nuestra aprehensión de las imágenes, establecemos anticipaciones añadiendo ideas estereotipadas a nuestras percepciones”. Siempre intervendrá un saber previo en el espectador, y esto no se da sólo en el cine, también en otras artes, y aún en la vida misma. Al visitar Italia, fue imposible no relacionar todo lo que veía, imposible no darle más de un significado, el olor de la lasaña que se sentía en algunas calles de Assisi, los mini viñedos en los patios o frentes de las casas camino a Ancona, la gente gritándose por los rincones de Roma, los fideos gigantes que encontré en un pequeño local de Pietrelchina, los quesos, los vinos, el mozo de un restorán insistiéndome en que comiera más fideos dicíendome "mangia che ti fa bene!!!!", claro que representaban muchas cosas…era mi propia familia.
“En el fondo, el espectador puede llegar, en cierta medida, hasta “inventar” total o parcialmente el cuadro (…) La imagen es, pues, tanto desde el punto de vista de su autor como de su espectador, un fenómeno ligado también a la imaginación”. Confrontamos la realidad de la imagen con nuestros esquemas perceptivos, recuerdos, memorias, imaginación, sueños, todos confluyen en la percepción, y posterior codificación de la imagen. Por eso es que Gombrich dice que el papel del espectador es un “papel extremadamente activo”, “construcción visual del reconocimiento, activación de los esquemas de rememoración y ensamblaje de uno y otra con vistas a la construcción de una visión coherente del conjunto de la imagen”. El espectador es efectivamente quien hace la imagen.
Creo que, si el cine no funcionara de esta manera, activándonos internamente, ya hubiera desaparecido hace rato. Como decía Fellini: "Cuento las cosas con imágenes, así que tengo que atravesar por fuerza esos corredores llamados subjetividad”.
GGss
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