lunes, 27 de diciembre de 2010

Hace calor...adentro y afuera

puede ser que otra vez no sea cierto, pero siento como el fuego me quema por dentro

Hace calor. Adentro. Afuera. Entre las paredes. Entre los huesos y músculos agotados después de dos días de exposición a los avatares de la vida familiar y a casi una hora de hacer el viejo y jamás pasado de moda “remolino” acuático. “Hace 20 años que hacemos lo mismo”, dice mi tío. Sí, puede ser, hace 20 años que nos divertimos de la forma más barata que jamás se haya inventado: entre muchos.

Hace calor. Es lunes. Acá no hay muros ni escapes de colectivos humeantes, no hay taxis veloces ni mil ventanas al pasar. No hay nada pero se ve algo allá lejos, un poco más allá del horizonte. Las torres y otras yerbas que poco a poco van convirtiendo a mi querida Rosario de la infancia en un lugar cool, se mezclan con el smog y los factores aromáticos del momento.

Hace calor. Calor por doquier, irreverente, enfermizo, opaco, húmedo, con olor a fin de diciembre, con empacho, con cara de goce. Calor que hace cola para entrar, que quema cualquier intento de pensamiento coherente, que derrite las entrañas y anima cualquier fantasía. Calor dantesco, calor anarquista, calor a secas.

Hace calor. Es lunes, lo dije. Empecé insomne, con esa maldita sensación de tener ideas a chorro saliendo de mi cabeza pero diluídas. Ideas fóbicas del papel. Ideas que como los sueños, sólo resplandecen en la mente, su mejor hogar. Quiero escribir, tengo mil historias para contar pero ni siquiera pude llegar al nudo de la que empecé hace un tiempo. Nada ayuda: ni el clima, ni los demonios internos.

Hace calor. Lo que dicen inútil y amarillentamente los que están más allá de las pantallas no ayudan. El odioso número 39 seguido de la simple y más fea del curso palabra “grados”, tampoco. La hibridación aire acondicionado (se nota que escribí la tesina en esta época) no es suficiente. Nada sirve para extinguir el calor, más acá o más allá de cuerpo. ¿Cómo apagar un incendio mental?

Hace calor. Los perros están tan tirados como las alegrías que hoy lloraron antes de chamuscarse. Trato de pasar los minutos entre agua, J.K.Rowling, agua, teclado, agua, sueño, agua, otros libros, otras historias, agua. Pienso que quiero escribir a más velocidad pero no puedo. Pienso que quiero escribir más historias pero no puedo.

Hace calor. Pienso que el gordo Noel no me trajo ni el clon de Matthew Gray Gubler ni el trabajo ideal, soñado y por momentos lejos de la civilización que le había pedido en la carta. Lo perdono, seguro se perdió mis deseos en algún piquete intergaláctico. Lo voy a esperar, quizás el 24 próximo hasta me traiga de la mano un editor que tenga ganas de leer lo que escribiendo para aliviar la demencia. El gordo sabe de las locuras de la gente común, quiero decir: argentina, bipolar y contradictoria, pero algo optimista, amiguera y soñadora. Sabe también que aún desde las alturas acá abajo algunas cosas pueden seguir pasando.

Hace calor. Me doy cuenta que uno intenta parecerse en algún punto a quien admira, pero no sabía que tanto. Reflexiono, vuelvo a pensar, me estoy volviendo más alleniana que nunca: fobias por mil, histeria, personajes perdedores y psicoanalizados en cada historia. El consuelo es que al narrarlos, los monstruos mentales, en fin, la neurosis nuestra de cada día, se hace más llevadera, hasta grandiosa.

Hace calor. Sigo soñando, sigo queriendo seguir escribiendo, lo hago, lo vuelvo a hacer. Los pensamientos van viajando, se transforman, se hacen visibles. No está todo perdido. Son como el agua del río, viajan incansables, nómades, hijos perdidos fruto de la mezcla de racionalizar todo y enloquecer en el intento y querer habitar mundos paralelos y fantásticos.

Hace calor. Hago una pausa. Sigo confiando en el poder de las palabras que ayudan en la tarea imposible de entender la vida. Estoy acá, hace casi 27 años que estoy acá, parada. Algo tengo que hacer con esto. No puedo dejarlo ir. No sé qué será de mí en un tiempo. De dos cosas estoy segura: voy a seguir escribiendo hasta morir y voy a hacer de esa banana pasada de la heladera un licuado helado digno de ser tomado en la pelopincho de un patio, mi patio, el que mira a Rosario y lo saluda de lejos. Lo dije: hace calor.


GGss

2 comentarios:

vanemaz dijo...

hace calor lo se, mi cuerpo lo siente y lo sintió pasado el mediodia, cuando al bajar del colectivo la gota mas gorda que me caia x la espalda era del tamaño del Lago Titicaca, y que los jeans (x suerte capri) estaban mas humedos que la tormenta que me empapó hace unas semanas... lindos recuerdos...

hace calor, pero a falta de pileta y aireacondicionado, me sumergí en dvd... ayer Harry Potter y el Caliz de Fuego, hoy mi madre comenzó a ver Life on Mars... x mas de dos horas, no pense en nada, en verdad no pense en el calor, me deje llevar a una tierra de magos, a una competencia, a que el innombrable reapareciera o simplmente a pensar, "como crecieron los chicos". Hoy me sigo preguntando "si hay vida en Marte?"

hace calor, el calor que recien comienza, que pegotea las ideas y nos la deja salir, que nos tira para atras si queremos leer, que nos da fiaca de hacer todo lo que tenemos que hacer (pero que por suerte tenemos luz!)...

hace calor, que le vamos a hacer... a lo mejor si no lo nombramos tanto no causa el mismo efecto... :(

Anónimo dijo...

Ok, the lack of Cold. For a few minutes I thought you were writing about ninety's novels and start singing "Vamos recorriendo el mundo....más allá del horizonte". But luckily words came out to satisfy us. Editors will come along.
PS: First comment deserve also a comment, but I just shut up.